Un año más se demostró que Sant Antoni en Artà es un sentimiento, una fiesta que se ha de vivir y que se ha ganado un nombre en toda la Isla. De hecho, ayer, autocares procedentes de diferentes puntos de la isla se acercaron hasta la localidad, vivieron la fiesta desde primera hora de la mañana y se mezclaron entre los vecinos como unos artanencs más.
Centenares de personas, camisa blanca y pañuelo rojo, se congregaron ante la casa de l'Obrer. Este año, por turno, tocaba a Miquel Cursach que coincide que celebra su 25 aniversario en el cargo.
Mientras los políticos merendaban chocolate con ensaimada y brindaban por Sant Antoni con las herbes, fuera se increpaba al dimoni y se empezaban a oír las primeras tonades santantonieres.
Puntual, a las 9 de la mañana, salían los dos dimonis que durante todo el día darían palos a diestro y siniestro y bailarían con los artanencs al ritmo de la música de los tambores, trompetas, clarinetes y flautas.
Los dimonis ofrecieron el primer baile ante Ca l'Obrer. A partir de aquí empezó la tradicional capta por el pueblo con el acompañamiento de centenares de personas.
Como manda la tradición los dimonis y su séquito se plantaron en la escuela y luego en la residencia donde eran esperados con gran impaciencia. De hecho el patio se llenó de gente y los dimonis mostraron sus «malas» artes a los usuarios de la residencia que disfrutaron con la tradición y incluso alguno se atrevió a desafiar al dimoni.
Encontrar un hueco entre el gentío para bailar era una tarea bastante complicada. Los más pequeños disfrutaban pero algunos cerraban los ojos hasta que hubiera pasado el peligro.
Hubo fiesta todo el día. A la hora de comer, todo el mundo tenía plan ya fuera un arrós brut o unes sopes mallorquines. La cuestión era coger fuerzas para aguantar hasta la noche pues esperaban los foguerons. A las 19 horas la iglesia se llenó para disfrutar de les completes.
Hoy a primera hora llegan las beneïdes.
A.Bassa/G.Mas