La ronda de conversaciones que ha iniciado el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, con los máximos responsables de las comunidades autónomas ha generado la natural tensión política derivada de unas negociaciones cuyo final se perfila como incierto. Hasta el momento, sólo los presidentes de Catalunya, Andalucía, Madrid, Galicia y Extremadura figuran como interlocutores de Zapatero en el Palacio de la Moncloa en el transcurso de los próximos días, una ronda en la que cabe suponer que participarán el resto de dirigentes autonómicos.
El escenario en el que se tienen que desarrollar las negociaciones del Gobierno y las comunidades para fijar el nuevo modelo de financiación autonómico y muy complicado por dos razones básicas: las condiciones que imponen las reformas aprobadas de los respectivos estatutos, en especial las de Catalunya, y el pésimo escenario económico que se vislumbra para los próximos ejercicios en el conjunto del Estado. En este clima no deben extrañar los recelos interterritoriales, toda vez que un pequeño desliz en las negociaciones pueden acabar hipotecando la cuentas de algunas autonomías durante los próximos años.
No resulta exagerado plantear que Zapatero se juega su futuro político y el del PSOE con esta delicada cuestión. Atascar el modelo de financiación puede acabar siendo un lastre insoportable para los socialistas, el cual ha basado buena parte de su estrategia política de los últimos años en permanentes guiños a los sectores más nacionalistas de su electorado. Ahora ha llegado el momento del examen y será la prueba definitiva de la capacidad real de maniobra que tiene el Gobierno para contentar a todos. Si es posible.