A pesar del interés mediático que ha despertado la cumbre de Washington, lo cierto es que los líderes del G-20 pasaron de puntillas sobre las discrepancias entre EEUU y Europa para fortalecer la regulación de los mercados y los sistemas financieros y han optado por aprobar unas conclusiones generales que den la apariencia de un interés común para conseguir salir de la crisis global. Los asistentes a la reunión coincidieron en que la gravedad de la situación mundial obligaba a tomar una acción determinante, pero finalmente salieron de la cumbre con una simple declaración de intenciones. Bush consiguió que se rechazaran las prácticas proteccionistas.
La intervención estatal en los sistemas financieros y la regulación de los mercados marca las distancias entre Estados Unidos y Europa. Mientras el Viejo Continente propone que se endurezca la regulación, Estados Unidos, todavía de la mano de Bush, sigue rechazando todo lo que huela a intervencionismo. Por el momento, países del G-20 como el Reino Unido, Japón, Alemania y China han puesto ya en marcha, o están a punto de lanzar, planes de estímulos económicos, y Zapatero ha anunciado los suyos, pero Bush se resiste mientras Obama ha hecho firmes promesas en ese sentido. La próxima cumbre anticrisis será, con toda seguridad, más efectiva que esta, porque Obama estará ya en la Casa Blanca y las distancias políticas entre Estados Unidos y Europa se acortarán. José Luis Rodríguez Zapatero tuvo su tiempo en la cumbre para apoyar que los países del G-20 se comprometan a establecer en el plazo de un año una nueva regulación del sistema financiero mundial, y que garanticen que las medidas que se adopten para superar la crisis se hagan de forma coordinada, algo que apoyan el resto de países del G-20, pero en medio de una preocupante ambigüedad.