Todo llega en esta vida. Jaime Vives Amorós, sastre de La Filadora, deja la tijera y la aguja, y dice adiós a una fecunda trayectoria profesional de 51 años
Militares, policías locales, cuerpos de seguridad del Estado, bomberos, curas, empleados de compañías de aviación, etc., han vestido gracias a él. ¡Porque anda que no ha confeccionado ropa para ellos! Toda. O casi toda. Sobre todo cuando no existía el pret a porter o hasta cuando el Ejército de Tierra, Aviación y Armada, así como las Fuerzas de Seguridad del Estado decidieron vestir a sus hombres. «Incluso así, he seguido haciendo muchos uniformes de gala».
Lo bueno de Jaime es que comenzó desde abajo. Desde lo más bajo: desde mozo. Y desde ahí fue escalando puestos, siempre en la misma empresa, hasta llegar a lo que es hoy: el responsable de la sastrería de la casa.
A lo largo de estos años, además de uniformes, de gala o de diario, ha vestido a muchos paisanos. A don Juan, Conde de Barcelona, le hizo unos pantalones a medida, «por lo que tuve que ir al Giralda a probárselos. También le hice una toga a don Camilo José Cela... ¿Mujeres...? Mire, a las mujeres prefiero más desvestirlas que vestirlas». Aunque nada tiene en contra del pret a porter, si le dan a elegir se queda con el traje a medida. «¿Que es más costoso? Lo es. Lleva más trabajo, y seguro que también más tela y entretelas. En un traje a medida solo se ve lo que se ve, no lo que lleva dentro. Por eso vale más. Por eso y porque cuando te lo pones te viene bien por todo. No necesita ningún tipo de arreglo. De ahí que un buen traje a medida pueda costar alrededor de los 600 euros».
Jaime dice que ya quedan muy pocos sastres, «entre otras cosas porque los sastres suelen ser los dueños de las sastrerías a medida y de estas también quedan muy pocas.
A Jaime le faltan aún por entregar media docena de encargos, entre ellos un abrigo militar.
¿Seguirá La Filadora haciendo uniformes tras la jubilación de su sastre? Sí. Los hará en la tienda especializada en uniformidad que ha abierto recientemente en el Polígono de Son Rossinyol.
Jaime se marcha con satisfacción por el deber cumplido, como dirían muchos militares a los que ha vestido. «Me voy a estar con mis dos nietecitos y... Bueno, pues creo que no me voy a aburrir...»
Pedro Prieto