Àlvaro de Marichalar (Pamplona, 1961) estuvo ayer en el Palma Aquarium ofreciendo una charla sobre las metas que ha alcanzado y las que quiere conquistar en su pequeña embarcación y en la vida en general. Los puertos de llegada quedan en segundo plano, el objetivo se logra en el viaje.
Este 'recordman' ha logrado once récords mundiales en las 37 expediciones que ha finalizado, durante los 26 años que lleva compaginando su vida empresarial en Madrid con las múltiples aventuras por todo el mundo. Sin olvidar sus temporadas estivales de entreno entre Mallorca y Formentera.
Incluso él mismo reconoce que a veces sus viajes son «incomprendidos», pero se le ve muy satisfecho y la gente que conoce sus viajes entiende muy bien que se trata de retos personales que llevan consigo el intento de ayudar a los demás, ya que los beneficios que obtiene de sus viajes, así como de los documentales que produce, libros, charlas, etc., los dona siempre a obras de caridad. Ya sea Cruz Roja, Unicef, enfermos de cáncer u ONG en general.
También dona lo que obtiene con las subastas sus embarcaciones, que suele ser cada año, «porque no duran muchos más», admite. También reconoce que se ha quedado alguna para uso propio. La relación con sus pequeñas embarcaciones «del tamaño de un delfín» es única ya que todas se llaman Numancia, en honor a aquella ciudad que resistió 20 años a los romanos y que «resume el espíritu de lucha en cualquier situación de la vida». Como el nombre de su libro Rumbo al horizonte azul, las metas son algo constante y variable en su vida. Desde su primer récord, en el trayecto Eivissa-Mallorca hasta el que le hizo más famoso internacionalmente, el Roma-Nueva York. Una experiencia de 18.000 kilómetros en la que estuvo más de 800 horas de pie. «Mínimo doce cada día», explicó durante su charla. También recordó otra de las grandes causas de sus aventuras, la de denunciar en favor del océano «lo triste que es ver que la mar se usa como un vertedero».
Marichalar cuenta que ha sido testigo de vertidos tóxicos, redes de pesca ilegales, basura y combustibles.
Àlex Cabot