Que en pleno agosto, es decir en el mes punta de la temporada turística, las más importantes páginas web de anuncios clasificados del país se conviertan en la prueba del algodón de que algo está fallando en la economía balear, no es más que la punta del iceberg de lo que se avecina en los próximos meses. El anuncio de ventas de hoteles, apartamentos turísticos, bares, cafeterías, restaurantes, discotecas y pequeños comercios relacionados con la oferta complementaria, simplemente es el fiel reflejo de que los ratios de productividad y rentabilidad no cubren las expectativas empresariales, más aún en una coyuntura donde la pérdida del poder adquisitivo de los consumidores es la tónica general. Esta autorregulación tampoco tiene que llevar a engaño, puesto que en una coyuntura de recesión y de crisis, es cuando el exceso de oferta salta por los aires, lo que genera una limpieza darwiniana en cada subsector económico. El más preparado, el más fuerte, el que mejor gestión realiza, el que ha sabido provisionar fondos y ese largo etcétera del vademécum del buen empresario, es el que garantiza la viabilidad de la empresa. Lo otro, la especulación del a corto plazo, no tiene salida y es mejor que desaparezca. Bancos y cajas de ahorros siempre consideran que las crisis son bienvenidas para regularizar sectores, pero cuando ello afecta a los consumidores, la situación cambia de raíz. Sin crear alarmismos, el otoño e invierno próximos van a ser muy duros en materia laboral y empresarial en las Islas. Los rumores de concursos de acreedores, aumento de impagados y la sensación de crecimiento cero de la economía balear, va a generar más desconfianza entre los consumidores y en el mundo empresarial, sentimiento que tiene que ser cambiado de forma radical por las respectivas administraciones para crear confianza, aun en tiempos de crisis.
Editorial
Momentos delicados para la economía balear