La ya instalada recesión en el sector de la construcción evidencia reflejos en la casi totalidad de las áreas de nuestra sociedad. Pero tal vez el primer eslabón de esta larga cadena que sufre anticipadamente el impacto es el correspondiente a los trabajadores del sector en sí mismo. En este sentido el colectivo inmigrante cuenta con un alto porcentaje de personas que desarrollan tareas diversas en el ramo de la construcción.
A través de diálogos sostenidos con varios trabajadores inmigrantes pudimos apreciar no solamente la gran inseguridad que padecen por estas horas frente a su futuro laboral, sino también un cierto temor que se acrecienta con el paso de los días. A pesar de ello existen algunas voces más alentadoras y optimistas que bregan por una reconversión laboral y que, a su vez, se mantienen expectantes por una respuesta desde la órbita oficial a esta problemática que se viene registrando a nivel de todo el territorio nacional.
Fueron varias las construcciones visitadas, donde pudimos conversar con un significativo número de inmigrantes, fundamentalmente latinoamericanos. Asimismo se puede constatar inclusive un cierto miedo a hablar de este tema por parte de sus principales actores. No obstante hemos plasmado cuatro historias de vida que son el resumen del sentimiento generalizado existente en este sector, en el marco de una coyuntura que hasta el momento era desconocida.
Fue en la reforma de una amplia finca en la zona de La Vileta que nos encontramos con Leonardo (31 años), procedente de Paraguay, y Ramiro (22 años), quien llegó hace algún tiempo desde Bolivia. Ambos desempeñan tareas de albañilería y desde que se encuentran en la Isla han trabajado para empresas relacionadas directamente a las obras de construcciones y reformas. En ambos el común denominador apunta al temor del fin del empleo, teniendo en cuenta que las horas se han venido recortando y el futuro se muestra incierto debido a que hasta el momento no se les han confirmado nuevos trabajos.
Si bien se muestran abiertos a incorporarse a nuevas ofertas laborales, aseguran sentir pena por verse obligados a dejar de desarrollar un trabajo que lo conocen desde siempre. «Por el momento estamos trabajando, lo que agradecemos mucho; pero mañana no sabemos que nos podrá pasar. No es nada fácil sentirse así», apunta Leonardo, quien se encuentra residiendo en Mallorca junto a su esposa, también procedente de su país se origen.
Sin embargo Ramiro vive junto a sus hermanas mayores, lo que genera un gasto en común que es solventado entre todos. No obstante el fantasma de poder quedarse sin empleo ha comenzado a rondar desde un tiempo a esta parte: «Trato de cuidar lo que tengo y asegurarlo, pero el que surjan nuevas obras o reformas no depende de mí, sino de quienes contratan el servicio de la empresa. Y no se puede mirar para otro lado, porque sabemos que el panorama está difícil para todos; pero, comer tenemos que hacerlo todos los días».
Una obra de edificación en la zona de Palma acoge al albañil Angel, un boliviano de 30 años, y a Félix, de 33, electricista de obra, también paraguayo.
En sus respectivos casos las actividades en esa área tendrán una continuidad un poco más prolongada que las expuestas anteriormente. Más allá de ese detalle, también aquí se presenta la incertidumbre de no saber qué ocurrirá después.
Según expone Àngel, sin dejar de reconocer que el panorama se ha tornado complicado, existen alternativas que se muestran como una luz al final del camino: «Pienso que pueden darse impulsos desde el propio Ayuntamiento, mostrándonos que hay voluntad de superar la situación. Nos sentimos dispuestos a tomar cursos y clases para poder reconvertirnos a otros trabajos que se estén necesitando. Siempre existen alternativas, no creo que nos quedemos solamente en esto y porque se de una crisis en un determinado sector tengamos que anclarnos en ello». De acuerdo a sus reflexiones, las soluciones están y es cuestión de voluntad gubernamental.
También Félix expone su optimismo, porque entiende desde su oficio que siempre se han sucedido situaciones similares en distintos períodos, las que a posterioridad han sido superadas: «Espero que también en esta ocasión no se extienda demasiado, pero que si lo hace se atienda inmediatamente a la necesidad del trabajador, que es el primer perjudicado. Son muchas las familias que dependen del sueldo de un trabajador de la construcción, así como también los comercios donde ellos invierten. Tenemos esperanza, pero no nos podemos tampoco quedar de brazos cruzados esperando para ver qué es lo que sucederá mañana, porque en definitiva estamos aquí para trabajar y aportar también nuestro esfuerzo».
La cifra de inmigrantes en la construcción es muy alta y representa un elevado porcentaje. No pocos son los núcleos familiares que viven pendientes de estos ingresos, como así también toda una cadena comercial que gira en torno a ellos. Vinieron con una ilusión que les brindaba una cierta estabilidad en su economía, en contraprestación de su trabajo, sus conocimientos en la materia y el aporte de su propia voluntad de hacer las cosas. Hoy se encuentran inseguros, viviendo en esa esquina donde se cruzan la esperanza y la realidad.