El encuentro con el ex president Matas tiene lugar en el restaurante «Jaleo», que regenta el cocinero español José Andrés. «No voy a hablar de política, me niego», responde cuando se le pregunta con insistencia sobre los temas más candentes de la actualidad balear: los casos judiciales -Bitel, Rodrigo de Santos y Plan Territorial-, las deudas del metro, las acusaciones del PSOE..., La única cuestión política en la que entra, hace referencia al próximo congreso regional del PP, sobre el que no oculta su apoyo a Rosa Estaràs frente a Carlos Delgado, añadiendo a continuación que «cuando me marché, quien debía saberlo, lo sabía. Desde hacía seis meses».
-¿Qué hace Matas, hoy, en Washington? ¿Qué es de su vida?? ¿Dónde vive?
-En el centro. Aquí tienes que vivir según la edad de los hijos. Si son pequeños, en zona de colegios; si más mayores, cerca de la universidad? Mi mujer y yo ya no tenemos esos problemas. Estamos viviendo una nueva época; como si fuéramos novios, ya que volvemos a vivir solos después de 30 años de matrimonio, todo porque nuestros hijos ya son mayores y están encaminando sus vidas a la vez que nosotros descubrimos una nueva.
-¿Viaja mucho?
-Sí. Mi trabajo me obliga a viajar. Y si hay ocasión, me acompaña Maite. Si son viajes cortos, recomiendo hacerlos por carretera, aquí los trenes no son muy buenos.
-¿Le gusta Washington?
-Al principio ves que es una ciudad un tanto especial que tienes que ir conociendo. Mi mujer, a poco de llegar, me preguntó que adónde la había traído. Pero luego la conoces, la descubres y? es una ciudad donde se entra llorando y se sale llorando
-En Palma alguien nos contó que para conseguir su visado alegó usted que estaba trabajando y que percibía unos emolumentos de millón y medio de dólares anuales. Naturalente, no le dieron ese visado, sino, simplemente, le concedieron el de turista.
-Eso es mentira. ¡Falso! -Matas suelta una carcajada-. La visa, como le he dicho, no es fácil de conseguir aquí. No se la dan a cualquiera. Yo tuve que aportar fotocopias de los nombramientos oficiales, tanto de ministro del Gobierno español, como los de president de la Comunitat balear y conseller d'Hisenda. Fotocopias de estos nombramientos -recalca- publicados en los boletines oficiales del Estado y de la Comunitat, además de mantener una entrevista en la Embajada en Madrid. En este país no es fácil conseguir el permiso de residencia, lleva muchos trámites y cuesta años de espera.
-En cuanto a la comida, ¿cómo se la arreglan? Porque está claro que nada tiene que ver con la mediterránea.
-Sí. Y encima hay que ir con cuidado porque a nada que te descuides puedes engordar. De vez en cuando solemos hacer comidas o cenas con amigos españoles.
-Imagino que de vez en cuando le llegarán sobrasadas, 'camaiots', 'llonganises', ensaimadas, 'crespells'?
-Pues la verdad, no. No podemos traerlas -se lamenta Matas- . Aquí se controla muy bien la entrada de alimentos. A veces, el cocinero José Andrés se ha ofrecido para traernos de España lo que le pidamos, pero...
-También los horarios deben de ser una novedad para ustedes, ¿no?
-Desde luego. Entre otras cosas porque aquí no hay almuerzo. A mediodía, se hace un pequeño lunch y se cena sobre las ocho. En Washington el día comienza muy pronto, por lo que a las nueve de la noche ya estás en casa. Incluso cuando se ha de asistir a un acto o a una recepción.
-Su inglés es ya bastante bueno, aunque es un inglés norteamericanizado; un inglés que nada tiene que ver con el inglés de Inglaterra, vamos.
-El inglés auténtico -reconoce- queda tan lejos del inglés que hablan los estadounidenses como Londres de Washington. Aunque uno hable el inglés a la perfección, ha de cambiar el chip tan sólo pisar este país. Y si encima hablas inglés con los negros, que tienes que hablarlo por fuerza, es que no los entiendes. Pero a todo se va acostumbrando uno.
-¿Y usted, cómo lo consiguió?
-Primero, yendo a clases, y luego hablando con unos y con otros. Viviendo y trabajando aquí es imprescindible hablar el ingles de aquí. Recuerdo que en el primer día de trabajo, aquí, en la empresa en la que estoy, cuando me senté en la mesa del consejo de administración, mesa que compartí con otras siete personas, todas norteamericanas, reconozco que me fue muy difícil entenderme con ellas; sobre todo entender lo que decían, y más hablando en unos términos muy técnicos.
-¿Juega ya a golf?
-Todavía, no -sonríe-. Todo el mundo me anima a que lo haga. Así que a lo mejor me animo? Aquí es un deporte que se practica mucho ¿saben?; tan sólo en Washington hay unos setenta campos. De lo que sí tengo ganas, cuando llegue el invierno, es de ir a esquiar a las pistas que están a menos de dos horas de la ciudad y que permanecen abiertas hasta las diez de la noche, por lo que los jóvenes al terminar de trabajar se marchan pitando a esquiar.
-Desde Washington, ¿cómo ve la normalización lingüística?
-Es increíble la polémica que siguen levantando los idiomas en les Illes y en otras comunidades españolas. A mis hijos les recomiendo que hablen el catalán, pero que no olviden el castellano y que aprendan inglés y alemán que es lo que valdrá en el futuro.
-¿Quién cree que va a ganar, Obama o Hillary?
-Obama -responde sin pestañear-. Es curioso. Hillary salió con veinticinco puntos sobre Obama, con todo a su favor, sin embargo vean cómo están la cosas. Ahora todo está a favor de Obama. ¡Eso, en América! ¡Increíble!
-¿Y McCain, qué va a hacer?
-Aquí le llaman The Heroe. Es republicano, pero no comulga en todo con Bush. Pero es mayor, y eso es un handicap en Estados Unidos?
-Y? bueno? -¿volvemos a insistir? Venga, intentémoslo-: ¿Y en Balears? Rosa Estaràs o Delgado?
-Por mí, Rosa Estaràs.
-¡Lo ha dicho! Menos es nada: Estaràs es su favorita.
-Y cuando me marché, quien debía saberlo, lo sabía -dice-. Desde hacía seis meses. Y no me pregunten nada más.
-Permítanos la última. ¿Cómo ha conseguido cambiar tan fácilmente de chip? Hace unos meses entregado a la política, y ahora a los negocios tras haber aparcado la política.
-Por una parte, esto me gusta, por otra, tenía ganas de cambiar, y por otra, si no lo hacía ahora se me podía pasar el arroz. Créanme, éste es un mundo apasionante.