Frente al progresivo e imparable declive de la actividad y rentabilidad de las explotaciones agrícolas en Balears destaca, por su enorme éxito, el gran número de solicitudes para instalar parques de producción de energía fotovoltaica. Las cifras de producción todavía son testimoniales, las energías renovables apenas representan un 1 por ciento del total del sistema en las Islas, pero el medio centenar de parques que está previsto que sean operativos en los próximos años, a tenor de las solicitudes autorizadas y en trámite, ponen de manifiesto el interés que genera, y valga la redundancia, la generación de electricidad a partir del sol como «cultivo alternativo» y rentable.
La comunidad científica mundial ya no cuestiona el cambio climático ni las causas de su aceleración en las últimas décadas "la actividad humana", el debate se centra en qué medidas hay que tomar para adaptarse a su inevitable evolución. Es por ello que hay que celebrar el interés por la aplicación de energías renovables, aunque ello implica, necesariamente, una regulación dado su elevado impacto paisajístico. Nadie en su sano juicio puede pretender que el campo balear acabe salpicado de parques fotovoltaicos por rentable que sea su explotación cuando, por fortuna, existen alternativas que permiten el fomento de su instalación en entornos menos sensibles o ya degradados.
El tejado de las miles de naves industriales ubicadas en polígonos de Balears son, por citar un ejemplo, un lugar en el que permite el crecimiento de la generación de energías renovables sin que sea preciso un impacto directo sobre el territorio. Sería lamentable que la falta de agilidad de la Administración provocase la degradación paisajística de las Islas aunque, paradójicamente, fuese por una buena causa.