«Oí que habían roto los cristales de los coches y hay que tener mala leche, y si es en venganza más» nos contaba María, que vive en la barriada.
El aparcamiento donde las monjas y otros vecinos guardan los coches está un poco aislado y lo cierran cada noche a las 22.00 horas, pero su acceso una vez cerrado no es imposible. Está rodeado de unos muros con rejas que llegan hasta los dos metros de altura, pero tiene un algarrobo y algunos muros cerca. Un salto factible para cualquier persona medianamente ágil o joven, deducimos.
Amparo es una de las monjas que vive enfrente del aparcamiento y fue quien cerró el aparcamiento la noche en que alguien rompió los cristales de siete Renault Clio blancos que pertenecen a las monjas. «Supongo que es una gamberrada» piensa Amparo, que nos cuenta que a una vecina le rompieron el retrovisor y le rayaron el coche de lado a lado. Amparo reflexiona rápidamente y afirma, «yo no creo que sea una represalia, si no se ha hecho nada», cuando le preguntamos acerca de su opinión sobre el conflicto que hace poco hubo en la barriada con los vecinos, quienes se manifestaron en contra del nuevo centro de acogida que iba a ubicar el Ajuntament en una casa que pertenecía a las mismas Hermanas.
Sobre el mismo tema, el capellán de la iglesia de Son Roca, Guillem Vaquer, piensa que se llevó «hasta los límites, las monjas siempre han obrado por el barrio, hacen talleres de oficios y dan clases de repaso y se las acusó de que cedían la casa para el centro solamente por dinero». Además Guillem Vaquer nos cuenta que vivía al lado del Centro de Can Pere Antoni y que «nunca hubo ningún problema con la gente, aun así no creo que de ninguna forma haya sido una venganza», más bien piensa que ha tenido que ser una gamberrada. Al igual que Juan, otro vecino de Son Roca que piensa que, «ha tenido que ser cosas de chavales, la gente grande no hace esas cosas». Veremos si la investigación policial encuentra al culpable.