La tensión interna en la cúpula del Partido Popular se acrecienta a medida que se aproxima a la celebración de su congreso estatal, previsto para el próximo mes de junio. Frente a la decisión anunciada de presentarse a la reelección por parte de Mariano Rajoy se mantiene la incógnita respecto a Esperanza Aguirre, circunstancia que está enrareciendo el ambiente entre las filas conservadoras.
Decimos enrareciendo por cuanto los movimientos de Rajoy y Aguirre no están respondiendo a un esquema claro de posicionamiento ideológico, ninguno de los dos ha expresado con claridad qué proyecto político quieren presentar a la militancia del Partido Popular con el legítimo objetivo de aumentar su apoyo electoral. Hasta el momento, los dos dirigentes se están enzarzando en una guerra dialéctica a través de portavoces más o menos cualificados, una situación que no desaprovecha Alberto Ruiz Gallardón para acentuar las desavenencias que mantiene con Esperanza Aguirre.
Un congreso, y más en el caso del que afecta al principal partido en la oposición, es el marco ideal para el debate político y la definición de su estrategia. Cuestión distinta es la percepción de que, en la actual coyuntura, Rajoy y Aguirre se están limitando a escenificar un pulso en el que a la vista de las manifestaciones de los principales líderes regionales, incluida Rosa Estaràs desde Balears, la apuesta es clara en favor de la continuidad de su actual líder a pesar de que ha encadenado dos derrotas consecutivas en su pretensión de alcanzar la presidencia del Gobierno.
Hay que seguir esperando para conocer la nueva deriva ideológica y el nuevo equipo dirigente del Partido Popular, hasta entonces todo indica que irán en aumento estos juegos en los que se muestra el lado más vacuo de la política de partido.