A las doce en punto se abre la puerta principal de la Seu y aparecen en ella el obispo, Jesús Murgui, que acababa de decir la misa solemne de Pascua, y los miembros del Cabildo. El obispo lleva el báculo y cubre su cabeza con la mitra. Se alinean frente a los fotógrafos y esperan. Cinco minutos después, en cuatro coches distintos, llegan los miembros de la Familia Real.
El numeroso público situado por detrás de las barreras, que pese a las inclemencias del tiempo ha querido ver y vitorear a los Reyes, rompe en aplausos, aderezados con algún que otro ¡guapa! cuando la Reina, sonriendo y saludado, desciende del Volvo familiar. A todo esto, don Juan Carlos, con traje marrón, ya se encuentra al lado del obispo, a quien besa su mano, y con quien departe durante unos instantes. Ahora se le acerca la Reina, quien tras hacer una breve inclinación, besa también su mano.
El griterío ha aumentado notablemente en cuanto a decibelios. ¡Normal! Acaban de abandonar su coche, un BMW, don Felipe, llevando en brazos a la pequeña Sofía, y su esposa, la princesa Letizia, quien ayuda