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Editorial

La necesidad de tener un nuevo Ramon Llull

Representantes de máximo nivel de Andorra, Catalunya y Balears han acordado la creación de una fundación que asuma el rol de la promoción exterior de la lengua catalana ampliando la composición del actual Institut Ramon Llull, creado en el 2002 por iniciativa de los presidentes Pujol y Antich. El acuerdo alcanzado en el monasterio de Cura es una excelente noticia, en primer lugar por lo que significa la reincorporación de Balears al proyecto, que abandonó la pasada legislatura por decisión del president Matas ante la intransigencia de la consellera Mieras, y, en segundo lugar, por la nueva dimensión que adquiere el Institut con la participación de un Estado, Andorra.

Lo que se califica como una refundación del Institut Ramon Llull tiene que servir para corregir los errores del pasado, en especial en lo que se refiere a la gestión de un instrumento eficaz en la promoción internacional del catalán. En este sentido es básico encontrar fórmulas por las que todas las instituciones participantes se sientan cómodas y representadas, en un plano de igualdad, en el Institut. Este es, con toda probabilidad, el capítulo principal que debe resolver el 'nuevo' Ramon Llull. En esta segunda oportunidad no tiene que haber lugar a nuevas decepciones, como ya ocurrió con Balears en la anterior etapa.

Por otra parte, el Govern no ha aclarado los efectos colaterales que tendrá para otros organismos propios, como es el caso del Institut d'Estudis Baleàrics y el Consorci pel Foment de l'Ús del Català (Cofuc), cuyas ámbitos funcionales y competenciales son muy similares a los que se quiere adjudicar al Institut Ramon Llull. Carece de sentido solapar actuaciones cuando los recursos son tan escasos en un campo, la promoción exterior de la lengua y cultura catalanas, en el que queda tanto por hacer.

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