Aunque empiezan a atisbarse algunas vías de solución, lo cierto es que Bélgica lleva ya más de 100 días sin que se haya podido formar gobierno desde las elecciones del pasado 10 de junio. No es la primera vez que la situación se produce, ya que períodos de tiempo aproximados en los que se mantiene un gobierno interino se dieron en 1979, 1988 y 1992. Pero en esta ocasión el problema presenta aspectos especialmente preocupantes si se tiene en cuenta que las últimas elecciones provocaron un giro hacia la derecha y la extrema derecha, concretado en el triunfo del Partido Cristiano Demócrata y la progresión de las formaciones separatistas y xenófobas, en detrimento de los liberales y socialistas que gobernaban en coalición hasta este reciente encuentro con las urnas. Las dificultades que se presentan para formar gobierno derivan de la incapacidad por formar una mayoría parlamentaria que represente de forma equilibrada a flamencos y valones, dos comunidades que no siempre marchan en el mismo sentido. Así, los sucesivos encargos del rey con vistas a la deseada formación del gobierno federal no han logrado hasta ahora su objetivo. Es cierto que el país funciona merced a un gobierno que atiende a los trámites más urgentes y a los asuntos de cada día, no obstante la impresión que causa en una Europa, cuya capital es precisamente Bruselas, semejante estado de cosas no se puede decir que resulte estimulante. A juicio de muchos es justamente Bruselas la clave que puede conducir a acabar con esta situación. Por decirlo en palabras del ministro de Asuntos Exteriores, Karel de Gucht, Bélgica se asemeja a unos hermanos siameses, Flandes y Valonia, unidos por la cabeza, que es Bruselas, y que por tanto no es posible separar. Es de esperar que el símil propuesto por el citado ministro tenga valor de realidad, particularmente con vistas a un futuro en el que deben superarse unas diferencias entre flamencos y valones que de ir por este camino podrían conducir a una indeseable radicalización aún más profunda de sus respectivas posturas.
Editorial
La difícil Bélgica