Infants del Món, organización no gubernamental radicada en Campos y presidida por Sebastià Roig, lleva más de una década trabajando en el difícil campo de la rehabilitación social y física de la infancia rusa. En los primeros años su labor se centró en promover estancias en Mallorca "en régimen de acogida familiar" de niños huérfanos, pero pronto se alcanzó un segundo estadio: el de tratar médicamente a chicos y chicas afectados por graves enfermedades. Esta tarea se ha venido llevando a cabo en estrecha colaboración con las autoridades rusas y los facultativos de aquel inmenso país.
Tras recientes experiencias en las ciudades siberianas de Tomsk y Murnsmark, Roig preparó una expedición a la remota Krasnoyark, población de un millón de habitantes situada en los confines de Siberia, a más de cuatro horas de vuelo de Moscú. Atraído por anteriores experiencias en este campo e impelido por mi espíritu viajero, quise acompañar al grupo de mallorquines. Fue, todo hay que decirlo, una auténtica aventura. Viajar a Krasnoyark desde Mallorca no es tarea fácil: de Palma a Dusseldorf, de allí a Moscú y de la capital rusa a la remota ciudad que es centro de una región 16 veces mayor que España.
No fue un viaje de turismo, como lo demostró el hecho de que, a las pocas horas de nuestra llegada, ya celebramos la primera reunión con el jefe del Departamento de Relaciones Exteriores de la Municipalidad. Al día siguiente nos recibiría el vicegobernador con el cual preparamos una serie de visitas destinadas a pulsar la realidad social de la infancia en la ciudad. Rusia es un país lejano y distante y no sólo geográficamente. La especial idiosincrasia de sus gentes exige un tacto muy especial a la hora de plantear cuestiones tan delicadas como la asistencia social y sanitaria a los niños. Las autoridades "que nos acogieron con una amabilidad exquisita, hasta el punto de colocar una bandera española en la mesa de trabajo de todas las reuniones que llevamos a cabo- quisieron que penetráramos en su realidad a través de una adecuada «descompresión». De esa manera, primero nos dieron a conocer los orfanatos y centros de rehabilitación más modernos para adentrarnos, poco a poco, en otras situaciones menos agradables.
Hay que decir, en honor a la verdad, que en los últimos 10 años la Rusia de Putin ha avanzado mucho en materia de atención a la infancia. También es verdad que su problemática en este campo es muy grave y compleja, especialmente debido al alto grado de alcoholismo que padece la sociedad rusa en general y la siberiana en particular. Este hecho provoca tragedias muy duras: niños maltratados y abandonados, que son recogidos por las autoridades como única medida para salvarles la vida, pues en caso contrario vagarían sin rumbo por las calles y en el mejor de los casos se convertirían en delincuentes. Miquel Segura (texto y fotos)