La otra tarde, Rafa Nadal, conduciendo su flamante Mercedes rojo descapotado fue en busca de su novia, Xisca, que le aguardaba en la cuesta que lleva hasta la playa de Porto Cristo. Un besito a modo de saludo, y otro, unos metros más adelante, cuando el semáforo se puso en rojo. Todo pintaba en que se iban a la playa, pero no. Tomaron direccion de Porto Colom y, de pronto, entraron en un campo de golf en el que permanecieron alrededor de hora y media. Pensamos que se iban a dar un chapuzón en la piscina, pero tampoco. Esperamos.
Sobre las seis, montaron en el coche y deshicieron el camino. En la rotonda que hay entrando en Porto Cristo se desviaron hacia el club náutico. Aparcaron y fueron caminando hacia la barrera De pronto se detuvieron, Rafa dio media vuelta y echó a correr con esa zancada enorme que tiene, como cuando va a por la bola que el otro, con mala intención, le manda hacia la parte opuesta de la pista en que se encuentra. Está claro que se han olvidado algo en el coche.
Recuperado ese “algo", y tras reagruparse de nuevo, caminan ha cia el pantalán buscando el barco en que sus amigos agurdan. “Esto huele a paseo marinero", nos decimos. Y así parece. Al poco rato, la embarcacion se hace a la mar. A esas horas de la tarde, y con el Mediterráneo de Porto Cristo como telón de fondo, puede ser el escenario perfecto para hacer unas bellas fotos al campeón con su novia. Pero... ¡el gozo en un pozo!, ya que la lancha se detiene. La intentan poner en marcha de nuevo, pero en vano. Llaman, y a poco vienen a recogerlos desde el puerto, hasta donde los arrastran.