El Consell de Mallorca que hereda Francina Armengol poco tiene que ver con la institución que encontró Maria Antònia Munar en 1995. En doce años el Consell, y gracias al impulso de Unió Mallorquina y especialmente de su presidenta, se ha convertido en el Govern de Mallorca, especialmente a partir de la entrada en vigor de la ley de consells, que le ha dotado de un extraordinario peso en la vida política. Pero sobre todo se ha significado por poner el acento en la defensa de Mallorca y del sentimiento de mallorquinidad: la lengua, la cultura, el patrimonio, la diada, el himno, la bandera...
No cabe duda de que el hecho de que el Consell haya estado gobernado por un partido distinto del que controlaba el Consolat de la Mar ha sido determinante para marcar diferencias respecto al Ejecutivo autonómico. El Consell ha dejado de ser, por competencias, por presupuesto y ya por historia, una simple sucursal del Govern. Y así debe seguir siendo en la nueva etapa que ayer se inició bajo la presidencia de la socialista Francina Armengol, con los votos del PSOE, Bloc y Unió Mallorquina.
La nueva presidenta tiene ante sí el reto de dar continuidad al trabajo hecho por su predecesora y a impulsar nuevas políticas para hacer frente a las nuevas necesidades de la sociedad mallorquina. Queda mucho por hacer, por mejorar, sobre todo cuando lleguen las nuevas competencias. Y deberá hacerlo logrando consensos e intentando mantener una relación fluida con el partido de la oposición, el Partido Popular, cuyo portavoz, Jaume Font, tuvo ayer la oportunidad de expresar cuáles serán las líneas maestras de la actuación de su grupo en los próximos años, una oposición que anunció que sería centrada, coherente y rigurosa. Si a su vez el nuevo Gobierno de Mallorca mantiene su compromiso de trasparencia, dedicación, esfuerzo, seny y pasión, como expresó su presidenta, hay que ser optimistas. Sea cuál sea el color de los partidos, lo importante es que trabajen por Mallorca y sus ciudadanos. Eso esperamos y les demandamos.