«La música suena bien; a ver si ahora la orquesta no te desafina». Fue el comentario que un ilustre diputado del PP hizo al virtual president del Govern, Francesc Antich, tras su discurso de investidura. Y no es extraño que la música le sonora bien porque el 70 por ciento de la intervención de Antich la podría firmar el mismísimo Jaume Matas sin despeinarse. Cosa diferente es que el 30 por ciento restante no lo firmaría el ex líder del PP ni a cambio de la promesa de amor eterno de Maria Antònia Munar. Lo de Antich puede que sea una orquesta con tendencia a banda de verbena, pero lo de Matas es un claro ejemplo de tocaca y fuga. Y ahora que lo pienso, podría dar por finalizada esta crónica, una vez que los tres protagonistas principales del drama ya han sido citados en el primer párrafo.
Antich llevó al Parlament un discurso en consonancia con su indumentaria: una corbata roja, pero no demasiado y una barba de izquierdas que, de tan rasurada, ni siquiera era barba. Y así le salió el discurso: rojo, pero no demasiado, y un poco afeitado en los pitones, para que el sector turístico no se asuste al ver el toro antes incluso de que salga al ruedo el próximo viernes en su toma de posesión. Hemos pasado del president sin complejos a un complejo president.
Tan tranquilo fue el cambio propuesto por Antich que los del PP parecieron no darse cuenta de que quien estaba en la tribuna no era Matas sino su relevo socialista. Alguno sólo salió de su ensimismamiento antimunariano cuando escuchó la palabra 'podólogo'. «Habrá querido decir prólogo», aseguró un dirigente popular, recién salido de su letargo. No, no, había dicho podólogo, pero no me pidan que explique cómo un experto en callos llega a convertirse en protagonista del discurso del futuro president del Govern. ¿O tal vez era un guiño socialista al ilustre diputado Carlos Cañellas, aquel que amenazó precisamente con ir al podólogo para no tener que votar las Directrices de Ordenación del Territorio de Jaume Matas? Demasiado sutil para quien fue hombre corriente y ahora parece dispuesto a convertirse en un hombre más tranquilo que John Wayne. Y hete aquí que ya llevo dos negritas con sorpresa. Jaume Matas no estuvo escribiendo; ayer estuvo leyendo. Pareció no escuchar a Antich. Rosa Estaràs, por el contrario, pareció escucharle pero no lo hizo. O el discurso de Antich es muy previsible o Estaràs es muy lista, porque ya tenía preparada la réplica con antelación. Vete tú saber, igual era el discurso de Estaràs lo que Matas escribía con tanto ahinco la semana pasada. Estaràs será replicante por partida doble: replicante a Francesc Antich y de Jaume Matas.