Hace tres años, cuando un arrogante José María Aznar pretendía dar paso a su delfín Mariano Rajoy, los españoles decidieron que no, votaron el cambio. Quizá un cambio tímido, pero sí radicalmente a favor de dar una oportunidad al entonces partido de la oposición, que se presentaba con aires renovados y renovadores.
Algo similar acaba de ocurrir en Mallorca, donde la prepotencia de muchos dirigentes del PP y los errores políticos que han empañado lo que, en general, ha sido una buena gestión de gobierno, han provocado que, pese a que han sido la fuerza política más votada en muchas institituiciones, la suma de todos los demás partidos ha conformado unas mayorías que han dejado al PP en una situación muy delicada.
En los municipios donde ha gobernado el PP gracias al apoyo de UM durante la legislatura pasada ha resultado imposible reeditar el pacto. El acuerdo PP-UM ha sido imposible por las malas relaciones entre los dirigentes de ambos partidos. Y también, y esto es lo más importante, por las divergencias ideológicas, que se han agrandado en los últimos años.
Los ciudadanos han querido que Unió Mallorquina tenga la última palabra. Y el partido de Maria Antònia Munar, cansado de los ataques de los populares, ha optado por tender una mano a la izquierda. El PP debería haber previsto esta contingencia antes de embarcarse en una campaña sumamente hostil contra sus aliados nacionalistas. Mal aconsejados rompieron los puentes con UM, que ahora difícilmente puede darles los votos para mantenerlos en el poder. El PP debería haber sabido que no podía goberar solo contra todos. Era una estrategia muy arriesgada.
Se puede alegar -siempre se hace- que la lista más votada debería ser la encargada de formar gobierno, pero si escuchamos atentamente el mensaje de las urnas, veremos que la voluntad del pueblo ha colocado a la mayoría en el otro lado. Todos los demás juntos han sumado mas votos. Así es la política. Dentro de cuatro años tendremos la ocasión de «examinar» a quienes se hacen ahora cargo de los ayuntamientos, para aprobar su gestión o devolverles al banquillo.