«Las relaciones entre España e Israel han sido en estos veinte años a veces más cercanas y a veces más complejas, pero se dan todas las condiciones para que dejen de ser normales y se conviertan en especiales», dijo anoche en eClub Última Hora el embajador del Estado hebreo en Madrid, Víctor Harel, en el curso de su conferencia sobre las luces y las sombras de las dos décadas de relaciones diplomáticas entre ambos países.
El embajador Harel, que se hizo cargo de la legación diplomática en España en julio de 2003 y en seis semanas la dejará para liderar un departamento en el Ministerio de Exteriores, dividió el aún breve periodo de mutuo reconocimiento entre ambos países en cuatro etapas, «cada una de ellas, para bien o para mal, profundamente influidas por las evoluciones del conflicto israelí-palestino».
Harel se refirió así a los «tímidos inicios» entre 1986 y 1991, «cuando los Gobiernos españoles, con gran precaución, si no preocupación, evaluaban el daño potencial que se suponía que las relaciones con Israel iban a crearle con el mundo árabe».
La segunda etapa, que el diplomático judío considera «de consolidación y reencuentro», se abrió con la Conferencia de Paz de Madrid en 1991, «por la que España se convirtió en el puente en el que convergieron Israel y los países árabes involucrados en el conflicto de Oriente Medio», prosiguió con la Conferencia de Barcelona de 1995 que inauguró el llamado «Proceso Euromediterráneo», y hasta el año 2000 se saldó con un auge de las relaciones económicas, culturales, científicas y turísticas, expresadas en 18 tratados y convenios bilaterales.
Coincidiendo aproximadamente con la segunda Intifada palestina -año 2000- fechó en su conferencia de ayer el embajador Harel el inicio de la tercera etapa de los intercambios políticos hispano-israelíes, a la que se refirió como «una vuelta a la frialdad, donde nuevamente los acontecimientos sobre el terreno en la región afectaron directamente al barómetro de nuestras relaciones».Fue entonces, según Víctor Harel, durante su tercera presidencia de turno de la UE en 2002, «cuando España se adhirió a la política común europea en Oriente Medio, considerada por nosotros como parcial y desequilibrada por pro palestina, y se llegó a un punto en el que distorsionada por tantos malestares y malentendidos históricos, la imagen de Israel llegó aquí a uno de sus puntos más bajos».
El periodo actual de relaciones bilaterales -«una nueva primavera» según el embajador Harel- comenzó en 2005, tras la muerte de Arafat, a quien los israelíes, contrariamente a los europeos, consideraban desde el acuerdo de Camp David «un líder que había abrazado de nuevo el terrorismo, y no precisamente alguien al servicio de la paz».
En poco más de un año de «relativa calma en la región, que influyó directa y positivamente en nuestras relaciones bilaterales», Víctor Harel relató como llena de simbolismo y amistad la visita a España del presidente israelí Katzav, el establecimiento por el Gobierno español del día oficial del Holocausto como conmemoración anual y la Conferencia sobre el Antisemitismo celebrada en Córdoba.
«Todos estos actos -señaló el embajador- contribuyen a crear una nueva atmósfera en la cual nuestras relaciones fluyen, los desacuerdos se manejan con más discreción, y ante todo se destacan rasgos compartidos como la democracia, la estabilidad y la lucha contra el terror».
A este respecto Harel se refirió a un acuerdo expresado en Israel por el titular español de Exteriores, Miguel Àngel Moratinos, «conforme al cual ambos países evitan la 'diplomacia del megáfono' que airea en exceso cualquier diferencia, para trabajar en su solución de una forma reservada y eficaz».
Víctor Harel se mostró partidario de que las relaciones entre Israel y España «no sean rehenes del conflicto con los palestinos, sino que florezcan en base a sus propios méritos, porque tal vez así logremos transformarlas de normales en especiales».