Estábamos ya empezando a acostumbrarnos a la lluvia, que nos había obligado a abandonar las actividades al aire libre y a pertrecharnos con gabardinas y paraguas para cualquier cosa. Pero no, Mallorca sigue siendo la de siempre, a pesar del cambio climático, y sus increíbles cielos azules han vuelto a ocupar el espacio que les corresponde.
Aunque las brisas fresquitas nos acompañan a primera hora de la mañana, a mediodía la meteorología nos regala ya su calidez primaveral, una temperatura que se agradece en la piel, aunque todavía hay que tomarlo con precaución, porque los cuerpos se habían habituado a estar cubiertos durante meses.
Buenas gafas de sol, las primeras chancletas, camisetas de manga corta y pantalones remangados se pueden ver durante las horas centrales del día, casi siempre encima de turistas ilusionados con captar los primeros rayos de sol de la temporada. Cualquier lugar es bueno para empezar a broncearse y la muralla de Palma es uno de ellos. Allí se ven multitud de bicicletas aparcadas y personas situadas al sol, tumbadas, con los ojos cerrados, gozando de la absoluta relajación de no hacer nada en un entorno único, lleno de belleza, de historia y de una tranquilidad secular.
A.M.
Foto: Cristián Castro