Má de un centenar de muertos. Es la cifra trágica que tenemos que lamentar al terminar oficialmente las vacaciones de Semana Santa. 106 personas, finalmente, se han dejado la vida en 84 accidentes que también han dado como resultado heridas graves a más de sesenta personas, a pesar de la implantación del carnet por puntos.
Un fracaso a todas luces, si tenemos en cuenta que la Dirección General de Tráfico se había marcado como objetivo rebajar la cifra a menos de cien dadas las nuevas medidas puestas en marcha para frenar la siniestralidad: el carnet por puntos y el refuerzo de radares y vigilancia.
¿Cuál ha sido el error? Primero, pensar que una determinada persona mejorará su comportamiento al volante por temor a perder el carnet de conducir cuando ni siquiera teme morir o, lo que es peor, provocar la muerte de otras personas. El 45% de los fallecidos no llevaba puesto el cinturón de seguridad, lo que arroja una idea del escaso valor que tienen las campañas publicitarias cuando llegan a los ojos y los oídos de personas sin el menor atisbo de sensatez. Segundo, potenciar la vigilancia de autopistas y autovías, cuando la mayoría de accidentes se registran en las vías secundarias y, claro, resultaría ingente desplegar vigilancia en cada rincón de este país. Y tercero, creer que la climatología y el estado de las carreteras (la mayoría en manos de Comunidades Autónomas y diputaciones) no tienen apenas papel en los siniestros, cuando persisten demasiados 'puntos negros' en la red viaria. En Balears las cifras son incluso peores. La siniestralidad ha crecido un 43% en lo que va de año, con 23 personas fallecidas en carretera (16 el año pasado). Sólo el 39% de ellas llevaba puesto el cinturón o el casco, en caso de viajar en moto. Da qué pensar. Al final en esto, como en todo, la clave está en la formación de las personas.