En Balears viven unas 25.000 personas que padecen ludopatía, una alteración del comportamiento, ligada en la mitad de los casos a trastornos de personalidad, que les empuja a jugar sin control y que genera graves conflictos en el entorno familiar y social de los afectados.
La Clínica Capistrano de Palma y la Asociación Juguesca para el estudio, prevención y tratamiento del juego patológico, son las únicas entidades especializadas en la deshabituación de ludópatas en el archipiélago, donde desde hace poco menos de un año rige una ley para la prevención de las drogodependencias que también contempla la ludopatía y otras adicciones.
Tanto Marta Cittadini como Julia Monge, psicólogas especialistas de Capistrano y Juguesca, respectivamente, indicaron que la adicción al juego afecta al 2,5 por ciento de la población y atribuyeron a la negación del problema o a su ocultación el hecho de que una encuesta encargada por la Conselleria de Salut a principios del 2006 cifrase la incidencia en el 1,5 por ciento.
Cittadini explicó que aunque teóricamente la ludopatía se clasifica «como un trastorno del control de los impulsos, en realidad en la clínica y en los trabajos de investigación se la trata dentro de las llamadas adicciones comportamentales».
Agregó que los signos principales que delatan esta adicción son la preocupación obsesiva por el juego, que produce una excitación placentera que arrastra a apostar más, el fracaso en los esfuerzos por reprimir esta conducta, el descontrol económico consecuente, la ocultación del hábito, la irritabilidad, el trastorno del sueño y la ansiedad.