Nasrad no termina de creerse que está en Palma con sus hijos, Abdullah y Nuria, y María, su mujer. «Quiero dar las gracias a todos, y en especial a Ultima Horay al Grupo Cursach Ocio. Estamos aquí porque hay gente buena en el mundo». Llegaba con su familia de comprar desúper. Está bastante delgado, pues los últimos cuatro años no han sido los mejores de su vida. Nasrad sonríe, como no creyéndoselo. «Lo importante es que estamos todos en Palma, y que voy a recuperar cuatro años perdidos de mi vida».
-Sus últimas semanas solo en Kabul han sido difíciles, ¿no?
-Con nieve y frío no hay trabajo. He vivido de las ayudas de la familia y del poco trabajo que he conseguido.
-¿Vuelven los talibanes a Afganistán?
-Vuelven unos pocos. Están locos. Llegan, se atan bombas a la cintura, las hacen explotar y mueren como perros. Lo malo es que también arrastran muchas vidas.
-Usted no es talibán, evidentemente.
-No. Soy tajik. Los talibanes son pastum. Nada tenemos que ver con ellos, ni siquiera en el idioma: ellos hablan pastú y nosotros forsidari, sólo que vivimos en el mismo país junto a minorías como los asoras o los usbak.
-Los talibanes son fudamentalistas...
-Ellos interpretan el Corán a su manera. Su sharia nada tiene que ver con la nuestra, convierte a la mujer en un papel blanco, en nada, a la vez que la condena a muerte si se pinta o si tiene un hijo fuera del matrimonio. Nosotros, no.
-¿Cómo trata usted a su mujer?
-¿Yo? Muy bien. Es mi mujer, la madre de mis hijos. Cuando al conocí le dije que era musulmán y le dejé el Corán. Léelo, y si te convence, hazte musulmana, si no, sigue como eres. Yo te querré igualmente.
-En Kabul, María llevaba puesto el burka.
-Lo llevaba más para defender su integridad que por otra cosa. Una extranjera, aunque sea musulmana, no está bien vista.
Pedro Prieto
Foto: Julián Aguirre