Con puntualidad casi británica, a las 20.30 horas, la oscuridad de la noche dio paso al Aiguafoc, un espectáculo que debía estar lleno de luz, sonido y color y al que ayer un fenómeno atmosférico jugó una mala pasada a quienes lo contemplaban, en especial a los que estaban en zonas alejadas, como el castillo de Bellver y es que, conforme pasaba el tiempo, se fue formando una gran nube que impidió contemplar los fuegos. El espectáculo empezó como es habitual, de forma tranquila, con más luz y color que sonido, entre las exclamaciones de admiración de muchos y los llantos de susto de algunos niños. En cuestión de pocos minutos se fue formando una nube blanca, como una sombra alargada, que se fue oscureciendo más y más, provocando una nula visión del espectáculo pirotécnico, en especial desde las zonas más altas de Palma, como es el caso del castillo de Bellver, hasta donde cientos de personas habían subido andando para tener una mejor visión.
La causa de este contratiempo se debió a un fenómeno atmosférico denominado de inversión térmica y que es habitual en estas fechas. La cuestión es que el aire en las capas bajas está más caliente de lo normal e impide que otro aire caliente, el del humo provocado por los fuegos artificiales, ascienda. El aire se desplaza en horizontal formando una barrera, que impide el paso del humo hacia el cielo, ocasionando que los fuegos artificiales al llegar a esa barrera quedaran ocultos como tras una cortina. De esta forma, sólo eran visibles los fuegos acuáticos y los que lograban superar esa barrera o cortina de humo. Esto provocó que fueran muchos los que, desilusionados ante el contratiempo, optaran por marcharse mucho antes de que finalizara el Aiguafoc, al que asistieron entre 350.000 y 370.000 personas.
En fin, un contratiempo atmosférico contra el que no puede luchar el hombre y que echó por tierra el buen trabajo realizado por el maestro pirotécnico. Y es que el Aiguafoc evolucionó a la perfección. Las fantasías de colores a base de palmeras, serpentinas o torbellinos encandilaron al público... mientras pudo verlas, ya que durante los últimos diez minutos la barrera de humo era tan, tan densa que apenas dejó entrever las figuras que se dibujaban en el, imaginamos, apoteósico final. Lydia E. Corral