Catalina tendrá o no razón con lo de su huelga de hambre para reclamar la tutela de sus nietos, en la que lleva ya 23 días sin probar nada, salvo agua. Esa situación, según el personal sanitario del IB Salut que acudió ayer por la tarde a Cort a convencerla para que los acompañara a Son Dureta para conocer realmente su estado, que no es otro que el nivel de su azúcar está a menos de 40, es decir, al límite. Pese a ello, Catalina se negó a que la trasladaran al hospital, y mucho más cuando supo que en él le podían poner un suero. «Sólo un suero», recalcó el enfermero viendo como la mujer abandonaba la ambulancia en clara actitud que no quería saber nada de sueros ni de medicamentos. «Estoy bien -nos dijo-. Mucho mejor de lo que creen. Después de tantos días de huelga de hambre, mi sangre está limpia. Estoy hecha una pura sangre». A continuación arremetió contra la presidenta del Consell y contra el Govern. Aunque en realidad, eso, arremeter contra unos y otros, lo hace cada vez que se acerca alguien a preguntar.
Tras abandonar la ambulancia, una pareja de la Policía Local se acercó a ella y, con buenos modos, trató de convencerla de que lo mejor es que acudiera al hospital, pero Catalina se negó, una vez más, recordando que estaba en su derecho de continuar la huelga.
Nosotros no vamos a entrar en si tiene o no razón esta buena mujer. Pero como muy bien nos contaba un lector a través de un e-mail, hay que sentir vergüenza al observar la indeferencia de la gente -de nuestra propia indiferencia- ante su situación, tirada como una colilla en el interior de un tienda de campaña reivindicando unos derechos, según ella ultrajados por algún quien corresponda. Y da vergüenza también ver como quien corresponda, sea con poder o sin él, esté al mando o en la oposición, pase del tema hasta el punto de que ni se acerque a interesarse por ella, o cuando menos a aconsejarle que en esa situación, poco, o nada, va a conseguir; que tal vez con otros medios, pero nunca poniendo en peligro su vida. Políticos metidos ahora de lleno en las salpicaduras del 'caso Voramar', unos buitreando, otros tratando de huir de sus garras, pero todos dispuestos a devorarse entre sí, pero que a nada que le pase algo a esta mujer, sobre todo la oposición, se echará a degüello contra quienes tienen mando en plaza, contra quienes esta mujer considera que son los causantes de vivir donde y como vive durante semanas. Entonces, como siempre, se atacarán, por supuesto, importándoles un huevo la suerte de Catalina, pero pidiendo responsabilidades -¡ahora!- a quien haya consentido que se llegara esta situación. Pedro Prieto