La ciudad que nunca duerme, así es como se conoce a Shanghai, una inmensa ciudad de más de 18 millones de habitantes con más de 4.000 rascacielos y que no para de crecer. Gigantescas grúas salpican la ciudad de parte a parte, como formando parte del paisaje, creando inmensos edificios que compiten en altura y en diseño arquitectónico sin apenas lugar para los espacios verdes. Shanghai, que significa 'sobre el mar', es la ciudad más grande y dinámica del país. Su condición de municipio autónomo y la reciente explosión económica e industrial la han convertido en una de las urbes de crecimiento más rápido del mundo.
El alto indice de humedad y contaminación provoca que la ciudad esté inmersa casi siempre bajo una capa de neblina de la que se resienten ojos y garganta, por lo que es muy habitual cruzarse por las calles con personas que cubren sus bocas y nariz con una mascarilla para ir en bicicleta, o mejor, para jugarse la vida, porque circular por las calles de Shanghai -o de cualquier otra ciudad china- es un caos en el sentido más amplio de la palabra.
Coches, motos y viandantes se entremezclan sin respetar el sentido de la circulación ni los pasos de peatón, y eso que todos los semáforos disponen de un segundero que avisa del tiempo que permanece la luz en verde o en rojo. Pero lo más sorprendente es que apenas se producen accidentes, o al menos nosotros no vimos más que dos y eso que en China también hay carnet por puntos. Según nos contó Susana, nuestra simpática traductora, se aplica para causas graves. Deduzco que se refiere a la muerte, porque en Mallorca ya no tendría carnet de conducir nadie. Eso sí, los conductores no se insultan, sólo hacen sonar sus bocinas.
Otras cosas que nos sorprendieron paseando por las calles de Shanghai, la cantidad de coches de gama alta que circulan, abundan especialmente los Audi, y las mujeres con tacones, traje de chaqueta y, por supuesto, hablando por un móvil de última generación, montadas en bicicletas con muchísimos años a sus espaldas.
Y es que Shanghai impacta al visitante, sorprende que estemos en un país comunista. De hecho en algunas zonas, como en el barrio de Shin Gien Tin (El Nuevo Mundo) con tiendas de diseño, bares de música y elegantes restaurantes, si no nos cruzáramos con personas de rasgos asiáticos creeríamos estar en cualquier urbe occidental.
Porque Occidente es el punto de mira, el modelo a seguir, a imitar para los chinos. En apenas diez años este país asiático ha pasado de la economía de supervivencia a la economía de consumo, se han lanzado de forma voraz al consumismo, pero sin erradicar costumbres tan insanas como la de escupir, da igual que sea en la calle o en el Transrapid, tren de levitación magnético único en el mundo.
La ciudad ofrece muchos alicientes al visitante. Dejando aparte las compras en el conocido mercado de las copias, reubicado ahora en el Feng Xiang Market, y en el que los turistas se vuelven literalmente locos comprando bolsos de Carolina Herrera, zapatillas Converse o un Rolex por apenas 10 euros. Una visita indispensable es la del llamado casco antiguo, junto al bonito y tranquilo jardin Yu Yuan. Rodeado de edificios tradicionales que, aunque no son antiguos, resultan muy atractivos con sus pintorescos tejados y sus bazares repletos de artesanía.
Otra de las zonas a visitar es la del Bund, paseo que discurre junto al río Huangpu y situado en el barrio de las antiguas concesiones francesa, británica y americana, con bonitos y elegantes edificios coloniales como el que ocupa el Banco de Honk Kong Shanghai, -cerca se encuentra la Embajada de España- y las zonas de tiendas más importantes, la peatonal Nanjing Lu y Huaidai Lu. Desde el Bund se puede observar esky line del futurista barrio de Pudong, el más moderno de la ciudad. Una inmensa zona financiera que recuerda a Manhattan y donde están algunos de los edificios más altos del mundo, como la torre de televisión Perla de Oriente de 457 metros o el Ping Mao, y donde se están construyendo el Hotel Gran Meliá Shanghai y el Shanghai Word Trade Center de 500 metros de altura y más de 100 pisos. Otros lugares que no hay que dejar de ver son los templos de los Budas de Jade y el de Jing'an. Visitar un templo budista y contemplar la forma de orar de los creyentes nos acerca a su religión.
Esta macro ciudad tiene dos peculiaridades, el nauseabundo aroma de sus deficientes cañerías y el que muchas de las calles del centro no disponen de alumbrado público, esta labor la suplen los miles de anuncios y carteles publicitarios luminosos.
Shanghai es una ciudad donde todo se puede hacer en la calle, desde comer a practicar tai chi o cortarse el pelo y en la que abundan los clubes nocturnos. Donde los puestos callejeros de comida y las viviendas modestas conviven junto a rascacielos y a cadenas de comida rápida. Una ciudad de coloristas neones y de gente honesta que se prepara para las Olimpiadas y la Expo 2010, que no hay que dejar de visitar.