Israel se encuentra en situación de extrema delicadeza. Las afirmaciones del primer ministro, Ehud Olmert, en las que atribuye a un «error técnico» la matanza de 18 civiles en Gaza no han hecho más que empeorar una crisis que podría tener como respuesta las gravísimas amenazas que ya ha anunciado Hamás.
Olmert quiere pasar página ante Palestina y la comunidad internacional, que continúa condenando los ataques israelíes en la franja de Gaza, territorio que Israel abandonó hace apenas un año. No lo tiene fácil. A la complicada situación en Oriente Próximo se suma una tragedia que ha terminado de acrecentar las profundas divisiones entre israelíes y palestinos. Si Israel comete un grave error continuando con las incursiones en Gaza violando los últimos acuerdos de paz, el error se convierte en una auténtica matanza cuando «un error» dirige sus proyectiles hacia la casa de un clan familiar mientras dormía.
Los funerales han sido multitudinarios, y las peticiones de venganza, la tónica general. Así las cosas, Olmert no ha querido esperar ni un solo día para pedir al presidente palestino regresar sin condiciones a la mesa de negociaciones ni presiones por parte de Hamás.
Las negociaciones hacia un proceso de paz se encuentran en uno de los momentos más complicados y crispados. Líderes como George Bush piden que tanto unos como otros actúen con «cuidado y con calma», algo prácticamente imposible tras la matanza de Gaza. Israel debe dar un paso firme para ofrecer, por lo menos, una muestra de buena voluntad, algo que parece difícil de ejecutar a tenor de la última actuación de la aviación israelí: ayer volvió a violar el espacio aéreo libanés sobre el terreno donde se encuentran las fuerzas de la ONU.