La playa de Santa Ponça, enclave histórico donde pervive la antigua possessió, representa hoy la conquista del cemento en aras al turismo de masas, cuya imagen más evidente viene dada por la muralla de hoteles y apartamentos de hasta diez pisos de altura que dominan al oeste la primera línea de mar. Si prescindimos del negativo impacto visual que ofrece la playa, próxima a la saturación, posee un entorno atractivo gracias al bonito pinar original que ahora es la única zona verde en la urbanización, a modo de parque público. Un agradable área inmediata a la arena donde descansar a la sombra y muy apreciada por residentes y turistas.
Allí se encuentra una serie de chiringuitos a los que es posible acceder tanto desde la playa (dotada de un equipamiento que incluye desde las básicas sombrillas y tumbonas a deportes náuticos, alquiler de velomares, duchas, servicios de primeros auxilios y bus), como desde el relajante paseo peatonal.
En Santa Ponça, una zona turística proyectada en los años 30 como urbanización ejemplar y malograda después en los 60 con un desarrollismo que aún hoy se mantiene vigente, acoge hoy día un turismo juvenil y familiar irlandés y escocés que llena múltiples pubs con música en vivo.
Gabriel Alomar