Las relaciones entre España e Israeal no están en su mejor momento. Si se vieron seriamente dañadas tras las palabras del presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, en las que acusó a Israel de usar una «fuerza abusiva» en el Líbano, seguro que empeoraron un poco más cuando Zapatero se puso una conocida prenda, identificada con el pueblo palestino, en un encuentro con las Juventudes Socialistas.
Casi ha causado más revuelo lo segundo que lo primero. El Partido Popular ha utilizado incluso la palabra «antisionismo» para definir la actitud de Zapatero, algo lamentable teniendo en cuenta que los «populares» apenas se han pronunciado sobre los sucesivos ataques de Israel en Palestina y en el Líbano.
Zapatero no fue prudente al aceptar que un joven socialista le colocara una «kufiya» en el cuello. No fue el mejor momento para hacerlo. ¿Fue una simple anécdota, como afirman los socialistas? Lo más lamentable de este espectáculo es comprobar cómo un pañuelo puede movilizar a todos los partidos para criticar, alabar o condenar una actitud que no deja de ser delicada e inoportuna.
Mientras unos y otros se posicionan sobre una posible ruptura de consenso en la Unión Europea, la gravedad de la situación en el Líbano continúa sin que nadie haya podido frenar, hasta el momento, los ataques indiscriminados y las muertes en la población civil. La UE no ha conseguido que Hezbolá e Israel frenen el comienzo de una guerra que podría ser más encarnizada. Por el momento, ha aprobado 10 millones de dólares para ayuda humanitaria a los civiles, e Israel ha aceptado establecer un corredor humanitario para que sea efectiva esta ayuda. Las diferentes lecturas del pañuelo de Zapatero no deben magnificarse.