Quizá pocos conozcan su nombre, pero sí recuerden su historia. Quizá sólo algunos sepan a qué se dedica, si está casado o cuántos hijos tiene. Sin embargo, seguro que muchos sí recuerdan al jovencito estudiante de medicina y jugador de rugby de la película «Viven», que logró sobrevivir al accidente aéreo de los Andes. Gustavo Zerbino ahora tiene 53 años y tras 34 años de aquella tragedia no tiene ningún inconveniente en sentarse a charlar sobre aquella historia que le tocó vivir cuando sólo tenía 19 años.
Zerbino llegó ayer a Palma para participar en el XI Congreso Nacional de Jóvenes Empresarios. Y es que hoy este médico uruguayo es presidente de la Industria Farmacéutica Internacional y presidente de la empresa farmacéutica Merck de su país y recorre el mundo aconsejando a otros ejecutivos y empresarios.
-¿Cómo era Gustavo Zerbino antes del 13 de octubre de 1972?
-Yo siempre fui un «chico contra». Era inconsciente, no aceptaba las injusticias, me rebelaba y quizá lo vivido me sirvió para encontrar cuáles eran mis deseos, y ser congruente e íntegro. Descubrí que los verdaderos límites están en la mente y que no hay que quejarse tanto.
-¿Una experiencia así es posible olvidarla?
-Creo que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es optativo. Tenemos que saber aceptar lo que viene en la vida y no paralizarnos. Y eso es lo que tratamos de hacer en la cordillera.
-¿Cuál es el mayor acto de solidaridad del que ha sido testigo en su vida?
-Los actos de amor y solidaridad se ven cada día con padres que dan todo por sus hijos. En Los Andes se respiraba solidaridad. Se nos congelaban las manos y siempre había un amigo dispuesto a orinarte sobre ellas, para darte el calor necesario.
-¿Cree que puede ayudar a otras personas con su experiencia?
-En agradecimiento a mis compañeros comparto lo que vivimos para estimular a todos a hacer lo que les hace felices en la vida, aunque todos tengamos que pasar nuestra particular cordillera.
-¿Todos estos valores son los que trata de transmitir a sus hijos?
-Sobre todo les inculco el valor más importante: el amor.
Ana Largo