Eran los años veinte y Miquel Mercadal se iniciaba como maestro cuando un alumno le hizo una pregunta que no supo contestar: «¿También se murieron durante el Diluvio Universal todos los peces que Noé no metió en el Arca?».
Miquel Mercadal (Alaró, 1900) no supo hallar una respuesta racional a esa pregunta pero sí se percató de algo: que pese a su formación religiosa y de venir de una familia muy católica no había otra manera de afrontar la educación que el laicismo.
Antonia Mercadal, hija de Miquel Mercadal, contó ayer esta anécdota durante la celebración en la Universitat de les Illes Balears (UIB) de un «homenaje a los maestros republicanos».
Más de quince maestros de Mallorca fueron fusilados a raíz de la sublevación militar de 1936 y muchos más fueron encarcelados y depurados. Al menos se ha sabido de ellos.
Otras personas han tenido menos suerte. De acuerdo a algunos historiadores, la guerra civil dejó en Balears unos 3.000 desaparecidos. Uno de ellos, Andreu París, abuelo de Maria Antònia Oliver, presidenta de la Associació per a la Recuperació de la Memória Històrica, constituida el pasado febrero y que está restreando, en colaboración con sus descendientes, el destino de 96 personas «desaparecidas» en Mallorca.
Dicha asociación fue la que organizó el homenaje de ayer, básicamente un recital de poemas y canciones que interpretaron Biel Mayoral, Antoni Artígues, Delfí Mulet y Antònia Font. Fue un acto sencillo y emotivo, que se inició con el testimonio de Antonia Mercadal y con el de Antònia Rosselló, hija de otro maestro represalidado, Jaume Rosselló.
La dos tienen mucho en común. Ambas recibieron una educación directa de sus padres. Los dos aplicaron de primera mano con sus hijas el modelo laico y de enseñanza directa en el que creían. Las dos pasearon con sus padres por el campo y se familiazrizaron así con los nombres de los árboles, las plantas y los animales. Las dos aprendieron a pensar y a dudar antes que a memorizar.
«No podemos olvidar, ni lo haremos la aportación del sistema de enseñanza de la República», dijo a Ultima Hora Maria Antònia Oliver antes del inicio del homenaje.
Tampoco quiere olvidar la memoria de los desaparecidos.
Lo explica así: «La sociedad española nos pide silencio, nos pide que olvidemos como tributo a la transición y a la democracia y eso es una vergüenza».
Y añadió más: «También es una vergüenza que, en plena democracia, tengamos que ser los familiares de desaparecidos quienes tengamos que buscar nuestro pasado sin ninguna ayuda».
Oliver, antes del recital, leyó un texto que su abuelo publicó en un periódico obrero. Aludía al llamamiento de la «Sociedad de Obreros Zapateros de Inca» buscando un maestro para abrir una escuela en la localidad.
El homenaje se celebró en el edificio Guillem Cifre de la UIB. No fue casual. Allí se forman ahora las maestras y los maestros del futuro. La hora de evento fue un tanto extraña, las doce del mediodía. Por momentos, por las canciones y los poemas, pudo parecer que se trataba del colofón de un asamblea de «progres» en el tardofranquismo. Con una gran diferencia: fumar es lo único que ahora está prohibido.