Balears está a punto de perder otro elemento emblemático de su patrimonio naval. EAddaya, la mayor embarcación de este tipo construida en Mallorca considerada como un mito entre los yates españoles, está a punto de ser adquirido por unos armadores extranjeros que trasladarían la embarcación a otras latitudes. Se da la circunstancia de que este barco fue construido en el Port de Pollença en 1964 y desde entonces siempre ha operado desde Mallorca o Menorca acogiendo en sus cubiertas a personajes como el conde de Barcelona, Salvador Dalí, Pininfarina o Jean Paul Belmondo. Se trata de todo un clásico que conserva intacto eglamour de antaño en una de las grandes obras de nuestros mestres d'aixa creada por los astilleros de Antoni Cabanellas por encargo del doctor Fernando Rubió quien escogió el nombre de la cala menorquina donde estableció su residencia para bautizar la embarcación.
El aroma y la calidez ambiental que emanan las maderas tropicales como la teca o el iroko junto a otras extinguidas como la samanguila o el okume nos remiten a otra época y es que su primer armador tenía buenas relaciones con un importador de Guinea Ecuatorial cuando era colonia española. Encanto y estilo en unos acabados irrepetibles que acogen a sus invitados, ocho en total, desde los salones a las cabinas o la toldilla de popa, redonda al viejo estilo. Las estancias se distribuyen en tres cubiertas que comprenden salón, comedor, cabina del armador, del capitán de los invitados y de la tripulación, baños, cocina y puente de mando. Son 28 metros de eslora por 6 de manga y 2 de calado propulsados por dos motores Rolls Royce de 250 C.V. que imprimen una módica velocidad de crucero de 10 nudos. En 1999 eAddaya fue objeto de una restauración en los Astilleros de Santa Pola en Alicante en la que se mejoró su equipo de navegación que además de los habituales GPS, ecosonda, radar, piloto automático y teléfono VHS, dispone de elementos de confort actuales como comunicación por satélite, correo electrónico, o equipo Hi-Fi. Se pueden practicar deportes náuticos para esquí acuático, equipo de buceo y de pesca y tablas de surf. Pero, según sus actuales armadores, Javier Sánchez y Eckart Hoppnor, en la actualidad necesita otra inversión para asegurar su mantenimiento a nivel de casco, máquinas y cubiertas. Durante los últimos años ha operado como yate de charter para una clientela vip que ha pagado 4.000 euros por día atendida por una tripulación compuesta por un patrón, mecánico, dos azafatas, y un cocinero de nivel internacional, dos de los cuales condimentaron sus últimos platos a bordo. Sus clásicos interiores, entre los que destaca un techo en artesonado con una composición en celosía, constituyen la mejor tarjeta de presentación de la capacidad de nuestros carpinteros de ribera. Un factor que proyecta la mejor imagen deAddaya como embajador de Balears y que resultaría idónea en manos de una fundación o institución.
Antoni Cabanellas, su constructor, empezó trabajando en una carpintería cuyo trabajo compaginaba como pionero empresario cinematográfico allá por los años 20. Más adelante trabajó en la base del Port de Pollença con embarcaciones de servicios portuarios y de uso lúdico. Allí trabó amistad con Pep Bibi de cuya relación nacieron los primeros Snipe de Balears que participarían en el Campeonato del Mundo. También construyó veleros para largas travesías, uno de los cuales, eScamping, sin motor, llegó a Puerto Rico. El Addaya, pues, representó la culminación histórica de una brillante carrera cuyo nombre ha llegado a nuestro días en términos de calidad y firma de prestigio reconocido. A tal efecto este yate fue el resultado de un perfeccionamiento sobre unos planos originales de un diseñador holandés que se transformaron según las formas tradicionales isleños. Se ha afirmado que este barco es el mayor llaüt botado en Balears por lo que atañe a sus formas, no a sus líneas constructivas. En todo caso, se trata de una embarcación única y altamente representativa del patrimonio naval de nuestro archipiélago que debería permanecer en sus aguas y bajo su bandera. Gabriel Alomar