En octubre del año pasado sucedió un trágico accidente en Namche Bazar. Una mujer esperaba la llegada de su marido y su hijo de Katmandú y de su padre de Thame. Ambos grupos viajaban en helicóptero. Por circunstancias poco claras, ambos aparatos se estrellaron antes de llegar a su destino. Inmediatamente, los sherpas interpretaron aquel hecho como una advertencia -las familias no pueden dividirse nunca en tres- que tomó forma de norma de obligado cumplimiento y que parece que se ha incluido también en el calendario tibetano.
Parezca o no mentira, esta historia marcó el día 12+1 de la expedición mallorquina en el campo base del Everest, una jornada llena de supersticiones que obligaron a los escaladores a dar muestra de su diplomacia con el fin de establecer la agenda de los próximos días con el sirdar Pasang Tshiring Sherpa. Sin embargo, las creencias y los ritos del pueblo sherpa son los que al final someten el criterio de una «ciudad de nylon» que no tiene más remedio que aceptar una norma no escrita que es parte del respeto y de la devoción a Sagarmatha, la diosa madre de la Tierra.
¿Y todo eso, por qué? Mañana, Tsewang Phuntsog, compañero del escalador leonés Jesús Calleja, que comparte con los mallorquines infraestructura de campo base, tenía que partir hacia Katmandú. Al mismo tiempo, Oli y los dos Tolos tenían que subir al campo 2 con Calleja, que escala el Lhotse, mientras que el resto tenía que permanecer en el campo base. La situación aparentemente normal presentaba un problema para Pasang: el grupo familia se dividía en tres y eso podía significar un mal presagio.
Joan C. Palos (Everest)