La cultura es una atribución esencial del Estado, que tiene que garantizar el acceso a la educación de todas las personas. Así lo recogía el artículo 48 de la Constitución de la Segunda República, el mismo que consagraba la libertad de cátedra y que tenía su correspondencia con el artículo 26, que decretaba la separación Iglesia-Estado y prohibía la enseñanza a las congregaciones religiosas. Nacía la educación libre y laica, uno de los pilares del nuevo régimen y que, en Balears (y también en Catalunya) tendría otra consecuencia: el uso de la lengua propia en las escuelas. Extender la educación en igualdad (igualdad entre clases e igualdad entre hombres y mujeres, entre niños y niñas) fue uno de los principales compromisos, y logros, de la Segunda República. Cuando se proclamó la Segunda República, el alumnado matriculado en las escuelas de Palma alcanzaba la cifra de 4.000.
En 1931, Palma era una ciudad de 88.000 habitantes sin agua corriente ni alcantarillado. La capital balear había cambiado cuando estalló la Guerra Civil. Sin duda, hay que atribuirle buena parte del mérito a uno de los alcaldes republicanos, Emili Darder, que ocupó el cargo en 1931 y que antes había sido concejal de Sanidad y de Educación. Bajo su mandato se construyeron más escuelas que durante todo el franquismo. Introdujo el dibujo, la música y hasta la gimnasia en los programas escolares; aprobó un plan de reorganización de los servicios sociales sanitarios y creó dispensarios municipales, entre ellos para las mujeres que ejercían la prostitución.
Una de las principales medidas que abordó el gobierno de Niceto Alcalá Zamora fue la reforma del sistema educativo, mediante una escuela unificada, activa, gratuita, laica y bilingüe. El modelo de la República era el de la Institución Libre de Enseñanza de Francisco Giner de los Ríos. Dos maestras e investigadoras feministas, Maria Cristina Ferrer (actual concejala del PSIB en el Consistorio de Palma) y María Pons Adrover han publicado este año una investigación sobre el panorama educativo durante la República, «Mestres Republicanes, ciutadanes compromeses», un título que identifica claramente el binomio mujer y educación que caracteriza a la República. La Segunda República reformó el sistema educativo, dio el voto a las mujeres y aprobó medidas como el divorcio y el aborto o la abolición de la prostitución. «La etapa republicana fue rica en experiencias renovadoras; las autoridades educativas no sólo querían que la escuela llegase a todos, sino que fuera de calidad», señalan las autoras.