El Molt Honorable Jaume Matas visitará el próximo miércoles a la Agrupación Baleares, comandada por el coronel Santiago Gómez de Valenzuela, destacada en Mostar (Bosnia y Herzegobina). La idea de president es convivir durante día y medio con los soldados de Balears, y así ver cómo se desarrolla su vida en esta lugar del mundo, algo apartado de Mallorca, al que llegamos nosotros ayer a media tarde. Si le queda tiempo, el jueves, horas antes de regresar a Palma, de la mano de los mandos de la citada agrupación, Matas recorrerá la muy ilustre, histórica y bella ciudad de Dubrovnik, la joya de Croacia en la costa dálmata, prácticamente destruida durante los ataques serbios de 1992, y recuperada a marchas forzadas por la UNESCO por su condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Hablar de Dubrovnik es referirse a una ciudad preciosa, amurallada, que se prolonga extramuros por la ladera de la escarpada montaña; una ciudad viva, con mucha historia, fundada en el siglo VII sobre la región que los romanos llamaron Ragusa; una ciudad que en el transcurso de los años fue bizantina, veneciana, húngara, otomana y austriaca, y que en determinadas épocas tuvo en la seda y en las pieles su principal fuente de ingresos; una ciudad que tras la Primera Guerra Mundial, junto con eslavos, serbios y croatas, pasó a formar parte de lo que posteriormente se conocería por Yugoslavia; una ciudad que cuando Croacia, a la que geográficamente pertenece, trató de salirse en plena guerra de los Balcanes de la citada confederación yugoslava, fue atacada y bombardeada por los serbios, que destruyeron gran parte de su vieja ciudad amurallada.
Dubrovnik, ciudad turística muy importante, enclavada al sur de la maravillosa costa dálmata, nos recibió ayer con lluvia que fue arreciando a medida que transcurrían las horas.
Desde uno de los bares en que nos cobijamos observamos cómo unos chavales, pese a la lluvia, disputaban un partidillo de fútbol. Luego, sin prisas, regresamos hasta la estación de autobuses para tomar el de las cinco de la tarde que cuatro horas después nos dejaría en Mostar, una ciudad que crece sobre una llanura rodeada de estribaciones de los Alpes Dináricos, que hasta poco antes del conflicto de los Balcanes vivió del tabaco, tejidos y de sus minas de bauxita.
En su aeropuerto se halla la base de las tropas de la ONU, que este trimestre está bajo el mando de Balears, y de la que a diario salen soldados en vehículos para llevar a cabo misiones humanitaria y de vigilancia no solo en esta ciudad y en los puntos fronterizos del país, sino también en Sarajevo donde ahora mismo se hallan destacados controlando la base de Camp Butmir 90 de ellos al mando del capitán Iván Planas, por lo que tan agradecidos les están sus habitantes.