RENACIMIENTO. Se dice que para que una cosa se arregle antes es preciso que se estropee del todo. No ha sido preciso llegar a tanto, pero lo cierto es que cuando se ha producido lo que podría ser un incipiente estado de ruina ha sido el momento que se ha decidido emprender la restauración del Arc de la Gabella Vella de la Sal, un antiguo puente de la calle Porta del Mar, cuyo estado había sido denunciado repetidas veces en esta sección, sin que nadie se inmutara. Fue la aparición de una grietas, probablemente a causa de una obra vecina, la que desató la alarma que aquí no habíamos conseguido. Lo cierto es que los andamios y las cuñas de madera indican que se han puesto manos a la obra. Menos mal que no ha corrido la misma suerte del puente del tren.
DEL TIEMPO DE LOS ÀRABES. El arco consta de dos portales, uno de medio punto, que está en el rincón que forma Apuntadors y Plaza de la Reina, con Porta del Mar, y otro ojival, que es el que más deterioro presenta, y que se encuentra en la calle Porta del Mar.
IMPUESTO. La Gabella de la sa era un impuesto del antiguo Reino de Mallorca, creado en 1425 y que perduró hasta el siglo XVII. El impuesto consistía en la obligación de comprar una determinada cantidad de sal por cabeza o pagar un porcentaje de la que se extraía de los almacenes en los que se almacenaba. Naturalmente, hecha la ley hecha la trampa, y mucha se hizo a costa del impuesto. En 1975 la actual calle del Mar se denominaba Gabella Vella de la Sal porque en ella estaba el almacén en el que se cobraba el impuesto. Eso es lo que explica con todo detalle «La Gran Enciclopèdia de Mallorca», obras imprescindible, a la que tantas veces recurre el firmante de esta sección, que así puede presumir de erudito.
RESPETO. Se supone que la reforma de la mencionada construcción patrimonial se está haciendo bajo la supervisión de los expertos, y siguiendo las directrices que indican que tras la restauración debe quedar bien claro qué elementos son nuevos y cuales son los originarios, que son los que deben prevalecer. Lo decimos porque en ocasiones se han hecho auténticas chapuzas, como se hizo en la restauración del campanario de Santo Domingo de Inca, que se puso marès donde nunca lo había habido, y de nada valieron las críticas de los expertos, prevaleciendo los criterios de los políticos y de la empresa constructora. El resultado de aquella reforma: muy bonito, pero falso. Una cosa es restaurar y otra construir.
Pep Roig