Jaume Santandreu ha estado con su gente de Ca'n Gazà por Navidad. Cada día. Al principio, preocupado porque nadie se acordaba de ellos. Finalmente, abrumado y agradecido por lo mucho que ha recibo de parte de ustedes. «Por ello, gracias a todos, aunque...». El cura mueve lo que se está condimentado en el caldero sobre el fuego de la cocina de Can Gazà. «Pues que todos estos regalos, que son muy bien recibidos por nosotros, son los regalos de la impotencia. ¿Por qué? Porque por Navidad nos damos cuenta de que hay un problema, el de la pobreza, que nadie soluciona y ante el que reaccionamos como lo hacemos delante de un muerto, que al no poderlo resucitar le mandamos flores. Ya digo, nosotros estamos muy agradecidos, pero somos conscientes de que esto no es Navidad. Navidad será cuando las autoridades y la Iglesia comiencen a dar atención a los que no la tienen. Para mí será Navidad el día que digan que inauguramos un lugar de atención para los enfermos mentales que viven tirados en la calle de una ciudad en la que hay conventos de monjas y frailes en los que sobra sitio. No saben ustedes la cantidad de cuarteradas, propiedad de la iglesia en el centro de Palma, que se echan a perder».
Santandreu tampoco no entiende que en Navidad, cuando un juez da la orden de elajamiento a quien rompió el Cristo de la Sangre, «la Iglesia no se pronuncie en contra de esta orden, porque el Crist de la Sang, que es el receptor de todos los enfermos, incluso de los mentales, no debe distanciarse de nadie, sino todo lo contrario, ha de estar cerca de todos, incluso de quienes han atentado contra él». Jaume, que ha leído el reportaje de quienes duermen en los cajeros, considera que en Mallorca «no hay tradición de dormir ahí; prefiren el chupano o la misma calle, a pesar de que nos la han robado. ¿Quién? Las mafias. Antes veías a los carrilanos aparcado coches, vendiendo pañuelos o limpiando cristales en los semáforos. Hoy esos lugares han sido ocupados por rumanos, búlgaros, rusos... La calle es la muerta para los sin techo. Es cierto que en Barcelona mataron a una mujer en el cajero, pero también este verano mataron a dos debajo de un puente, en la autopista. La Bombón no quiere salir de Can Gazà, como antes, porque cada vez regresa con la cara hecha un mapa. Y es que, ¿sabes?, hay un gran problema, que cualquier día saldrá. La inmigración. ¿Qué pasa con los quinientos mil inmigrantes recién llegados, algunos de las culturas más violentas? Por eso, ya digo: estamos montando el belén sobre un polvorín. ¿Dónde viven esas prostitutas negras? ¿Y sus hijos? ¿Y quienes las maltratan obligándolas a trabajar...? ¿Se ha preocupado alguien de ellos?
Pedro Prieto