La céntrica casa de tejidos Herederos de Vicente Juan Ribas,
fundada en el siglo XIX, cerrará sus puertas a finales de año. «Los
tiempos cambian y este tipo de comercios está condenado a
desaparecer, a pesar de haber sobrevivido a cinco generaciones».
Así hablaba ayer a sus 73 años de edad, Pere Juan Llobera, dueño
del establecimiento de la calle San Nicolás. «No creí que viviría
para ver este momento», reconocía, aunque añadió que «desde hace
algunos años mantengo el negocio por sentimentalismo, como una
forma de homenajear a mi padre y a mis antepasados».
Mientras Victòria y Paquita continuaban despachando a sus clientes
para liquidar las existencias, Pere Juan, sobreponiéndose al
«disgusto», se movía entre las pocas telas que quedan amontonadas
en el local y recordaba su historia.
Los princios de Can Juan Ribas se remontan a comienzos del siglo
XIX. La alianza entre los dos apellidos se produjo cuando «la hija
de mi bisabuelo, artesano, se casó con Vicenç Juan Rosselló».
La tienda, que ha disfrutado siempre de una clientela «muy fiel y
representativa de todo tipo de condición social», se va a crear
como un comercio complementario a las fábricas de textiles de la
familia. «Teníamos fábricas en La Soledat, Ferreries, Establiments
y la Vileta, que alternaban la producción de sábanas de lana y
algodón».
A pesar de la insularidad, «a finales del siglo XIX fue una empresa
muy fuerte, que llegó a exportar a Cuba, Puerto Rico, Filipinas y
Nueva Orleans. Sin duda, era una empresa de mucha categoría» que
también creó sucursales en Casablanca.
Todos estos movimientos comerciales que el establecimiento ha
generado a lo largo de su dilatada historia se encuentran
reflejados en los numerosos volúmenes que componen el archivo de
Can Ribas, depositados en la segunda planta del local.
La tienda, que será alquilada, también encuentra razones de un
tiempo ya lejano en una antigua máquina de entelar, fotografías
históricas y viejos muestrarios de telas con los que los
comerciantes exportaron el nombre de Can Juan Ribas fuera de la
Isla.
P. Giménez
Foto: Pere Bota