Una nueva tradición fue recuperada ayer en Palma por la presidenta del Consell de Mallorca, Maria Antònia Munar, los caballeros de la Orden de Malta y el Real Gremio de Halconeros. Se rememoró un olvidado acto que está enlazado con la historia de la Isla. En 1530 el rey Carlos I cedió la isla de Malta a la Orden de los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén. Al acabarse las Cruzadas, se habían quedado sin sede. El rey entonces les dejó la citada isla a cambio de que, cada año, el tributo simbólico fuera un halcón maltés destinado a la cetrería real. Así, durante muchos siglos, Mallorca era el puerto de escala del nuevo halcón del rey. El destino final del ave era la corte de Madrid, lugar dónde residían los halconeros reales. Hacía 205 años que este acto no se celebraba en Mallorca. Se detuvo al iniciar el siglo XIX y hasta la fecha no hubo presencia de halcones venidos de Malta en la Isla. Hasta ayer, claro. La lluvia fue la bienvenida para el sufrido animal. Les esperaba eJoch de Ministrils del Consell y la banda de Tambores y Cornetas del Real Gremio de Halconeros, engalanados con las vestimentas que usaban los Reales Halconeros en la época de Fernando el Católico. Tras ellos, los Halconeros del Rey, con uniforme de gala portando ocho magníficos ejemplares de diferentes especies de halcón. La corbeta de la Armada en Portopí fue el escenario del desembarco. De allí, el ave -acompañado en todo momento del Halconero Mayor del Reino, Antonio de Castro- se dirigió hacia la iglesia del Cristo de la Sang. Posteriormente, en comitiva, las autoridades fueron hacia la sede del CIM. Allí les aguardaba la presidenta, quien no dudó en portar el ave ella misma. Un proyecto cultural y diplomático se esconde tras este acto de tradición histórica.
Texto: José A. de Haro
Fotos: M. A. Cañellas / CIM