Qué hace que un pequeño pueblo de Extremadura esté tan ligado a otro de Mallorca? ¿Cómo es posible que un lugar del que muchos ni siquiera se imaginan y a pesar de los muchos kilómetros de separación esté tan cerca? De Badajoz a Girona, pasando por Madrid, Córdoba, Jaén , Murcia, Alicante, Tarragona y Barcelona, Ultima Hora visitó los pueblos hermanados con otros tantos de Mallorca, en un rápido recorrido de cinco días que en coche sobrepasó los 2.300 kilómetros. Había el presentimiento de que lo del hermanamiento de los pueblos quedaba circunscrito en el ámbito institucional, un acuerdo entre ayuntamientos, por algún hecho circunstancial y que el sentimiento popular quedaba lejos del protocolo oficial. En algún caso puede que así sea en cierto modo, pero en la mayoría de los pueblos hermanados de la península la unión está muy presente entre la gente de la calle.
En Barajas empezó el recorrido en coche por una autopista casi saturada, que se fue despejando a medida que Extremadura estaba más cerca. A las 14 horas, el rótulo de Orellana la Vieja, pueblo hermanado con Felanitx, anunciaba que se había cubierto, sin parada, el primer tramo de 321 kilómetros. Con el sol escondiéndose tras las montañas reanudamos el viaje hacia Hinojosa del Valle, a 117 kilómetros de distancia por solitarias carreteras. Para pasar la noche fue preciso pasar de largo hasta encontrar hotel en Villafranca de los Barros. Hinojosa es un pequeño pueblo agrícola que ve menguar su población, y eso intenta evitar su alcalde, un mallorquín, nacido en Campos.
Casi al mediodía emprendimos de nuevo la marcha a sabiendas de que el siguiente destino, Caravaca de la Cruz se hallaba a 579 kilómetros de distancia. Antes de partir hubo que elegir qué trayecto era el conveniente. Elegimos la ruta más largo, casi 60 kilómetros más, porque la vía Córdoba, Jaén, Baza, Vélez Rubio nos ofrecía autovías y nos evitaba algún que otro engorroso puerto de montaña por la Sierra de Cazorla. Esa segunda opción nos permitió descubrir un pueblo troglodita, Purullena, en la provincia de Granada, a 935 metros sobre el nivel del mar, cerca de Guadix, en el que la mayoría de cuevas artificiales prehistóricas están siendo utilizadas como parte esencial de las casas. Por fin, llegamos a la ciudad santa de Caravaca a las 22 horas, lo que sólo nos daba la posibilidad de cenar y dormir. Se trata de una ciudad murciana, de unos 25.000 habitantes, 650 metros sobre el nivel del mar. Su símbolo principal y que está en todas partes, es la «Veracruz» de doble brazo, que se custodia en el Santuario de la Santísima Veracruz, dentro del Alcázar de origen islámico que desde lo alto domina la ciudad, y que ha sido reconocida por la Iglesia católica como la Verdadera Cruz. Caravaca es la quinta ciudad del mundo, tras Roma, Jerusalén, Santiago de Compostela y santo Toribio de Liébana, en tener a perpetuidad el privilegio de un año santo que se celebra cada seis años y que el 2003 congregó a más de un millón de peregrinos.
Pep Roig