Ya tenemos heredera del Heredero de la Corona. Una noticia esperada desde hace meses y que ha irrumpido en nuestras vidas acompañada de sorpresa: ha sido niña. La pequeña Leonor ha sido, lógicamente, un regalo del cielo para sus padres y abuelos, y también un pequeño quebradero de cabeza para las más altas instituciones de ese Estado que algún día estará destinada a encabezar. Si preguntásemos a todos y cada uno de los españoles, lo más probable es que ninguno -o casi- pondría la menor objeción a que una mujer perfectamente preparada ocupara el cargo en su momento, como ha ocurrido con la mayor naturalidad en otros países. Y sin embargo, convertir eso tan lógico en algo factible supone nada menos que modificar esa Constitución que muchos consideran todavía intocable. Porque si bien nuestro texto constitucional establece la prohibición de la discriminación por razones de sexo, entre otras, también expresa claramente la preferencia del varón sobre la hembra en la cuestión sucesoria (la Ley Sálica está vigente en nuestro país desde 1713). Por eso Leonor será reina siempre que no tenga hermanos varones. Si nos dejamos guiar por lo esperable, doña Letizia y el Príncipe serán padres en un futuro no muy lejano. Si un muchacho llega pronto, antes de que se acometa la reforma constitucional, la recién nacida nunca podrá reinar, salvo que la reforma tenga carácter retroactivo, lo cual plantearía muchos problemas. Así que la reforma debe acometerse con urgencia, cosa que tampoco parece fácil, porque exige el apoyo de dos tercios de ambas cámaras, disolución de las Cortes, elecciones, aprobación de la reforma de nuevo por la mayoría cualificada del Congreso y del Senado y convocatoria de un referéndum -que sin duda se planteará como un plebiscito sobre monarquía o república-. Esperar hasta el final de la actual legislatura, en 2008, no parece que sea lo más prudente.
Editorial
Leonor y la reforma constitucional