El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ya tiene Presupuesto para el año próximo y, por primera vez, sin depender de las «herencias» de ejecutivos anteriores. Así que este presupuesto contiene en un cien por cien las bases de la política económica y social de Zapatero y su equipo. A primera vista destaca el aumento en algunas partidas netamente sociales, como son el aumento de las pensiones, el apoyo a la sanidad y a la educación, lo que define el carácter socialista del texto. Un espíritu que los representantes de la oposición popular enseguida se han apresurado a tachar de «más impuestos y más despilfarro», cuando precisamente los grupos más izquierdistas temen que la anunciada reforma fiscal que debe llevar a cabo el Gobierno consista en rebajar los impuestos a las rentas más altas.
Así que Zapatero ha optado por la calle de en medio, basando sus cuentas en una perspectiva moderada de crecimiento, quizá lo más acertado teniendo en cuenta que la economía global se encuentra inmersa en un momento de incertidumbre por aspectos tan poco controlables como el precio del petróleo, la evolución de la inflación y, en consecuencia, de los tipos de interés.
Al final, lo que de verdad interesa a los españoles es que la presión fiscal se mantenga -o suba en sus tramos más altos- para poder sostener unas prestaciones que todos exigimos: sanidad, educación y servicios sociales. Pretender que todo eso se mantiene bajando los impuestos es un absurdo que únicamente conduce a la preponderancia de un sector privado fuerte al que sólo pueden acudir quienes disponen de rentas elevadas.
Un gobierno socialista debe destacar por eso, por impulsar lo público y generalizar unos servicios de alta calidad a la inmensa mayoría de la población. Ojalá estemos en ese camino.