Un total de 15 avionetas con una dotación de 32 tripulantes
despegaron ayer del aeródromo de Son Bonet, en la XXXIX Vuelta
Aérea a España 2005. Una prueba que combina las tareas de
navegación, observación y pilotaje a lo largo de una ruta en
Balears que cubre las islas de Mallorca y Menorca.
Tras la presentación del plan de vuelo a los pilotos, las pistas
del histórico aeropuerto mallorquín empezaron a recibir a los
participantes que, por unas horas revivieron la actividad de antaño
frente a los hangares. A las once de la mañana, despegaron los
primeros aparatos acompañados como apoyo logístico por dos aviones
Aviocar pertenecientes al Ejército del Aire, tripulados por cuatro
pilotos y tres mecánicos. Las Fuerzas Aéreas asimismo cuentan con
una aparato participante y emprendieron el vuelo rumbo norte en
dirección a la península de Formentor para, una vez allí cruzar el
canal de Menorca a 3.500 pies de altura y descender por el norte de
la isla de 1.000 a 500 pies en dirección a La Mola y Sant Lluís en
una pista de 1.800 por 23 metros.
En la prueba puntúa la localización de unos puntos establecidos con
la identificación sobre el mapa de los lugares fotografiados; la
regularidad cronometrada manteniendo la velocidad óptima en cada
caso, así como la pericia en la maniobra de aproximación y
aterrizaje.
La vuelta aérea empezó en el aeropuerto de San Pablo en Sevilla en pasado día 12 y concluirá el próximo día 18 en Cuatro Vientos (Madrid), tras haber visitado Granada y Mutxamel en Alicante. Los aparatos participantes, en su mayoría avionetas del tipo Cessna y Piper, vuelan a alturas que oscilan entre los 3.500 y los 500 pies a velocidades que van de los 140 a los 190 kilómetros por hora.
Los participantes ganadores los serán en función del reglamento
establecido y el número de penalizaciones obtenidas en los puntos
de localización, la identificación fotográfica, los minutos o
segundos de retraso o el aterrizaje más próximo o más lejano a la
línea de llegada.
Una competición, en todo caso, que hace vibrar un año más los
fuselajes y hace correr la adrenalida de los participantes en todo
momento desde el momento álgido del despegue al aterrizaje.
Gabriel Alomar