Una semana después de que entrara en vigor la legislación contra las adicciones que ha puesto en marcha el Govern balear, el balance tiene necesariamente luces y sombras, sobre todo por la falta de información y la poca definición del texto legal, lo que ha provocado muchas dudas a la hora de aplicar la normativa en bares, restaurantes y oficinas donde hasta ahora fumadores y no fumadores compartían espacios comunes.
Luchar contra las adicciones nunca ha sido fácil y desde luego la herramienta fundamental nunca puede ser una ley, aunque ésta sea necesaria y, por ende, debamos acogerla con satisfacción. Pero a la aplicación de toda ley debe preceder una labor educativa, mentalizadora, de convencer a la población sobre las bondades de esta lucha, insistiendo siempre y de forma tenaz en la prevención.
Ahora, siete días después de la entrada en vigor de la nueva norma, la Conselleria de Salut ha decidido amplificar las actuaciones informativas, cuando tendría que haberlo hecho con anterioridad. Pero, en fin, sea bienvenida la información y, claro, un período de adaptación -la Conselleria anuncia que no pondrá sanciones todavía-, especialmente para los empresarios del ramo de la restauración, que tendrán que llevar a cabo algunos cambios para satisfacer los mandatos de la norma.
Por lo demás, está claro que luchar contra el tabaco y otras adicciones debería ser la prioridad de un organismo que vela por la salud pública, aunque se eche en falta la contemplación del consumo de alcohol -tan nocivo como el tabaco- en la normativa, por las dificultades para compaginar las prohibiciones o limitaciones con la protección de la industria vinícola local.