Tras un invierno infernal en el que se le detectó el cáncer linfático, que combatió con seis sesiones de durísima radioterapia, que la dejaban poco menos que para el arrastre, Margaluz ha vuelto a sonreír. Poco a poco va recuperando el pelo, la sonrisa y la confianza, todo porque las pruebas que le están haciendo dan buenos resultados. Pero, sí. Ha estado contra las cuerdas como quien dice. Muy mal. Aunque ya decimos, todo eso va quedando atrás. «Tras haber sido detectado el mal, y una vez que me puse en tratamiento, enseguida comencé a perder pelo. Se me caía a mechones, ¿sabes? Así que un buen día le pedí la maquinilla eléctrica a mi nieto, que ya empieza a afeitarse, y me lo rasuré. Al cero». A todo esto, tuvo que enfrentarse a la quimio. Cada tres semanas debía de acudir a Son Dureta. «Cuando regresaba a casa, no me encontraba bien, y cuando comenzaba a mejorar debía volver a someterme a una nueva sesión. Así hasta seis veces. Y luego, encima, viendo casi a diario otros casos, conociendo a personas en condiciones parecidas, o peores, a las mías, lo cual es muy duro. Por fortuna, el médico, en quien confié desde el principio, y que siempre me habló muy claro, me apoyó, al igual que las enfermeras y la gente de Son Dureta. En cuanto a la familia, pues ya te lo puedes imaginar: me cuidan y me miman. Mis dos hijas se han convertido como en dos madres que me animan constantemente, pero que también me riñen cuando ven que no hago las cosas bien. Han formado una piña en torno a mí, y eso es muy importante. Mi cuñada, la hermanan de Pablo, no me ha dejado ni un instante. Y la compañía es muy importante para el enfermo. Porque lo pasas muy mal. En seis meses, no te puedes imaginar en qué puede quedar uno convertido. Me dijo el médico que lo mío tenía cura, pero que iba a ser muy duro. Por eso lo tuve claro desde el principio: si quería curarme debía luchar. Y así lo hice. Desde el primer momento. Y es lo que yo animo a que hagan quienes están en mis condiciones, a pesar de que los cánceres linfáticos son muy diferentes unos de otros. El mío es el linfoblástico, un cáncer que afecta a los niños y a los adolescentes. Y ya ves, me tocó a mí».
-Y no fumas, ni bebes.
-Fumé poco, de joven, y beber, nunca. Por el contrario, me he
cuidado siempre, entre otras cosas porque siendo bailarina tenía
que cuidarme. Pero me tocó. El médico me dijo que lo que sí es
verdad es que el tabaco puede producir cáncer. Eso sí que va a
misa. Pero también puedes tenerlo sin haber fumado nunca. Esto es
como una lotería. Toca a quien toca. De todos modos...
-¿Sí...?
-...Yo he sido una mujer afortunada. He sido feliz como esposa,
madre y abuela, he trabajado en lo que he querido y no me ha ido
mal, he tenido y tengo buenos amigos. Por tanto, ¿qué más puedo
pedir? Si se acabó, pues paciencia, se acabó. Yo ya no puedo pedir
más. Bueno, sí: lo único que le dije al médico es que no quería
sufrir. Para nada. Pero si me toca ya, me toca y... ¡pues mala
suerte!
-¿Ves ahora las cosas diferentes a como las veías
antes?
-No, ya que a mí me afectó mucho la muerte de Pablo, mi marido.
Sufrió mucho y se murió de pie, sin haber estado nunca en cama. Fue
muy duro. Ahí sí que me di el batacazo. Tras su muerte, el cambio
en mi vida fue brutal.
Margaluz espera que pase el verano para comenzar a hacer ejercicios, «aunque ya me doy buenos paseos», y no descarta tampoco volver pronto a los escenarios. «Entre otras cosas, si vuelvo es porque estaré bien, y a pesar de que no abundan los papeles para señoras de mi edad, espero encontrar alguno aunque no sea muy importante. Por último, Margaluz quiere agradecer a los médicos y personal de Son Dureta las atenciones recibidas. «Pero no sólo me han tratado bien a mí, ¿eh?. Allí se portan igual con todos los enfermos».
Pedro Prieto