Finalizó el primer Debate sobre el Estado de la Ciudad que había organizado la alcaldesa de Palma, Catalina Cirer, para tomar el pulso al trabajo de su gobierno, cuando se cumplen dos años de legislatura. Pero quizá la primera edil se ha equivocado en las formas y en los plazos. Porque dos años de actuaciones dispersas no pueden resumirse, a la manera de un inventario, en una sesión municipal. Y, de igual modo, resulta del todo imposible plantear la votación de 225 propuestas del equipo de gobierno de una sentada, dando a los grupos de la oposición sólo cinco minutos para exponer sus posiciones. De ahí el rechazo en bloque que obtuvo esta iniciativa que, en principio, debía ser loable, por cuanto se trataba de mirar con objetividad el rumbo que está tomando una ciudad que siempre parece caminar a trompicones hacia un proyecto global que nadie tiene demasiado claro.
A los ciudadanos se nos habla de Palma como una ciudad que evoluciona hacia la sostenibilidad, hacia lo amable, lo cultural y lo humano, se nos prometen más espacios verdes, instalaciones deportivas y hasta metro, pero lo cierto es que la ciudad lleva años inmersa en obras de gran calibre y el resultado no acaba de ser visible, ni siquiera intuible.
Por eso es necesario, y mucho, un debate como el que proponía Cirer, pero de forma sosegada. Hay que hablar del futuro y, por supuesto, del presente de una ciudad cada vez más grande y más poblada, con grandes déficits en muchos aspectos y que nunca ha tenido un planteamiento global. Esperemos que los dos años que quedan de legislatura sirvan para que ese gran proyecto se concrete y vaya tomando forma contando en mayor medida con la oposición que, aunque minoritaria, representa los intereses de muchos palmesanos.