Hace ya más de cuatro jueves que se repite la misma historia: desde la madrugada se concentran cientos de inmigrantes en el Passeig Mallorca para renovar u obtener la Tarjeta Unificada de Extranjeros, el documento que les acredita en España como residentes y trabajadores legales. Después de las masivas regularizaciones impulsadas por el Gobierno Central, nadie quiere quedarse sin su garantía de legalidad. La Policía Nacional informa continuamente a los allí concentrados que no es necesario que pasen toda la noche en vela, que «hay números de cita previa para todos». Sin embargo, muchos son los inmigrantes que tienen sus razones para estar allí, acurrucados en butacas de plástico o durmiendo entre cartones. Son las 1.30 de la madrugada de ayer, día 16 de junio. E.J. Macías es la primera de la cola. Guarda su puesto desde las 13.00 del día 15. «Bueno, en realidad, mi madre estuvo aquí primero. Yo he venido aquí a las 19.00 horas. Ya se que hay números para todos, pero es cuestión de organización. Soy la primera, y por lo tanto, me van a dar cita previa para hoy mismo, con lo cual tendré arreglados los papeles en un solo día. Trabajo en un locutorio y no me puedo permitir perder el tiempo. Cuando me den el número, que supongo que será a las siete de la mañana, tendré que salir pitando a abrir el local. Yo trabajo los siete días a la semana, nunca descanso».
Desde primeras horas de la tarde ya hay gente aguardando impaciente. A las 2.00 de la madrugada son muchos los que han instalado butacas, mantas, cartones o han acercado los coches a la acera para dormir en su interior. Subsaharianos y asiáticos piden constantemente «dónde están las listas». Efectivamente, entre los mismos inmigrantes se hacen listas para guardar el orden y evitar la presencia de «colones». Comerciales de inmobiliarias ofrecen trípticos con propaganda de pisos e hipotecas. «Ya son legales, ya pueden comprar una casa en condiciones superóptimas». La gente duerme, se aburre. Algunos beben cervezas y comen pipas. Muchos sacan sus fiambreras, llenas de comida. No hay mucho lugar para las risas. La ecuatoriana Elena Navarrete viene de Artà. Tiene el número 10. Se ha atrincherado en un cartón y se ha puesto una manta encima. «Quiero estar entre los 100 primeros, porque así me atienden hoy mismo. No puedo permitir perden un solo día, tengo que trabajar. Si tengo que bajar del Norte de la Isla es mejor ir a tiro seguro, pasar la noche aquí y solucionar el tema».
Mientras, el también ecuatoriano José Ribadereira está esperando a que llegue su hijo, también llamado José. «A ver si viene y me hace un poco de compañía. Mire, yo entiendo que la policía nos diga que no es necesario estar toda la noche aquí. Pero la Policía no conoce nuestra situación, ni toda nuestra impaciencia. He estado esperando 4 años para tener la regularización, viviendo en Mallorca con mujer e hijos. Ahora que estoy legal, quiero tener de inmediato la Tarjeta porque eso me da más tranquilidad y me evitará muchos problemas en el futuro. En este mundo, el de la inmigración, las cosas cambian de un día para otro. Y yo quiero asegurarme». A las 3.00 de la madrugada, la cola comienza en Ruiz de Alda y finaliza frente al Institut Politécnico. Las escaleras del Palau de la Premsa están llenas de gente dormida o leyendo prensa deportiva. Muchos son los que han optado por tirarse la manta encima. Las argentinas Marcela Conti y Mariela Violato vienen de Alcudia y de Cala Millor. «Deberían poner una comisaría en el norte de la Isla, esto es una auténtica vergüenza», aseguran.