Un 30 por ciento de alumnos de Balears de entre 10 y 16 años ha sufrido violencia escolar alguna vez y un 4 por ciento manifiesta ser objeto de malos tratos, físicos o psicológicos, cada día por parte de sus compañeros, según una encuesta realizada por los profesores de la Universitat de les Illes Balears (UIB) Carme Orte y Lluís Ballester y recogida por el último número de la publicación «Quaderns Gadeso», de la Fundació Gadeso. El estudio referido es el último realizado por Orte y Ballester, realizada entre 3.033 alumnos (1.810 chicos y 1.223 chicas), y refleja que prácticamente la mitad de los encuestados (49'8 por ciento) confiesa que alguna vez ha practicado un maltrato a un compañero. De los que confiesan haber cometido estos malos tratos, un 30'9 por ciento añade que lo hizo respondiendo a una provocación.
En la misma encuesta se detecta que 1 de cada 4 alumnos de Primaria ha sufrido malos tratos (básicamente en sexto curso), y en Secundaria, 1 de cada 10. «Quaderns Gadeso» adjunta una tabla de los tipos más frecuentes de maltrato correspondiente al informe del Defensor del Pueblo del año 2000 sobre violencia escolar, el último publicado en esta materia por la institución, según Carlos Tarabini, de la Fundació Gadeso. En esta tabla se observa que el maltrato más frecuente es la agresión verbal, en forma de apodos peyorativos (43'2 por ciento en chicos y 31'5 por ciento en chicas), «me insultan» (41'4 por ciento en chicos y 35'5 por ciento en chicas) y «hablan mal de mí» (29'2 por ciento en chicos y 40'8 por ciento en chicas). La agresión física, «me pegan», es sufrida por un 6'5 por ciento de chicos y 3'1 por ciento de chicas. El acoso sexual alcanza el 1'2 por ciento de chicos y el 2'8 por ciento de chicas.
En opinión de «Quaderns Gadeso», resulta difícil detectar la violencia escolar por la existencia de una «ley del silencio», un código de conducta que prohíbe a los alumnos contar a los adultos los incidentes de violencia escolar o responder a las preguntas al respecto. Esta obligación de guardar silencio se impone tanto a los testigos como a las propias víctimas de estos episodios, lo que favorece la impunidad de los agresores y el aislamiento de las víctimas. Ante esta situación, las investigaciones sobre violencia escolar han establecido indicadores que facilitan detectar si un alumno está siendo una víctima o es un agresor. Algunos de los indicios de las víctimas serían: se encuentran solos, retirados del grupo; en los juegos en equipo, son los últimos en ser elegidos o ningún equipo les quiere; durante el recreo, intentan quedarse cerca de los profesores o adultos; en clase muestran dificultades para hablar, inseguridad y ansiedad; tienen aspecto triste y deprimido; o no quieren asistir a clase. Determinados alumnos son más propensos a ser víctimas por tener algún defecto o rasgo diferente de sus compañeros (vestimenta, peinado, gafas), pertenecer a una minoría o ser nuevo en el centro y presentar dificultades de integración.