Quizá sea únicamente una sensación, pero parece que últimamente y a medida que crece el bienestar en el primer mundo se están destapando crímenes cada día más atroces. A los asesinatos, secuestros y violaciones de niñas en Bélgica y en el Reino Unido, se une ahora una noticia tan terrible que resulta casi imposible darle crédito: violadores de bebés. Son jovencísimos y ellos mismos confiesan que han intentado dejar de cometer estas atrocidades sin conseguirlo. ¿Enfermos? Es difícil sentir la menor piedad ante individuos capaces de algo así. Sin embargo ocurre. Es una realidad y se produce en nuestro entorno, entre gentes aparentemente comunes y corrientes. Una realidad tan espantosa como esa cifra creciente de hombres de los países ricos que viajan al tercer mundo en busca de niñas y niños a los que forzar.
Algo muy sucio se está cociendo en nuestra sociedad para que se puedan producir estos hechos. Y hay algo tan preocupante como esto, el hecho de que haya consumidores que demandan ese tipo de imágenes. Y ¿cómo es posible que a estos bestias se les haya detenido por sus actividades en Internet? ¿No había denuncias puntuales por cada uno de sus crímenes? En fin, el asunto es como para quitar el sueño a cualquiera.
Pero en esto, como suele ocurrir, las penas a las que probablemente serán condenados estos salvajes no corresponderán con la magnitud moral de sus acciones. Si para delitos de terrorismo se ha exigido tantas veces el cumplimiento íntegro de las condenas, habrá que convenir que esto es algo al menos tan espantoso como el terrorismo, con las víctimas más inocentes que pueda haber. Así que las autoridades políticas y judiciales deberán empezar a trabajar para endurecer la legislación al respecto.